miércoles, 29 de diciembre de 2010

OBSERVACIONES A LOS DOCUMENTOS DE LA APN Arturo Ramos y María Teresa Lechuga Cultura, Trabajo y Democracia, A.C.


OBSERVACIONES A LOS DOCUMENTOS DE LA APN
(Documento final)

Arturo Ramos y María Teresa Lechuga
Cultura, Trabajo y Democracia, A.C.

Todo proyecto encaminado a avanzar en la unidad política y organizativa de la izquierda mexicana puede despertar en muchos sectores de la población y en particular en los núcleos en que se materializa dicha izquierda, la esperanza de una reorganización y de una reactivación de las fuerzas sociales y políticas que en nuestro país logren representar una verdadera opción de cambio para los tiempos actuales. Por esa razón, la propuesta que aquí se presenta merece toda la atención de quienes formamos parte de esa izquierda socialista dispersa y debilitada, tanto en su proyección discursiva después de la caída del llamado socialismo real como en su presencia en los diversos e inestables contingentes del movimiento social.

En la convicción de que muchos de nosotros avanzaremos decididamente en este proyecto, aun cuando la forma que adopte al final no se ajuste totalmente a nuestras previsiones, ponemos a consideración de todas las organizaciones hermanas y de todos los militantes interesados las siguientes observaciones a los documentos base (Declaración de principios, Programa y Estatutos), que en el fondo están inscritas en una consideración más amplia que se centra en el tipo de proyecto político y, por lo tanto, en el tipo de organización política que, desde nuestro punto de vista, es necesario construir en el aquí y ahora del siglo XXI mexicano.

I. Acerca de la naturaleza del proyecto político y de la correspondiente forma de organización que necesitamos

De ninguna manera es despreciable, en términos de la lucha política real en que se pretende inscribir la acción de una organización de izquierda alternativa para el tiempo actual, la opción de ajustarse a los requisitos formales que establecen las leyes electorales, con el fin de abrir el espacio del reconocimiento legal y la proyección en las vías institucionales que el mismo significa. Sin embargo, resulta obvio que no puede ser éste el elemento característico único y ni siquiera el fundamental cuando se parte de una crítica a experiencias anteriores hoy desdibujadas (léase, entre otros, el Partido de la Revolución Democrática, el proyecto más ambicioso en la historia de la izquierda mexicana tanto en términos de la unidad más amplia como de la presencia política y de la capacidad de gobierno efectivo en la sociedad mexicana), lo cual nos lleva a preguntarnos ¿cómo es que podemos justificar la participación en los procesos institucionales (en primer lugar las elecciones, pero no solamente ellas) y convertir esta línea de acción política en uno de los componentes de una estrategia más amplia y articulada, propia de una perspectiva de transformación estructural antisistémica de más largo plazo?

Creemos que, con base en la recuperación de una larga y variable experiencia histórica, tanto a nivel nacional como internacional, la respuesta se halla en la capacidad que desarrollemos para integrar dicha línea de acción, sin vacilaciones, en una intervención política extensa y concentrada en la razón medular de todo proyecto de izquierda: la organización autónoma del mundo del trabajo, de los variados sectores populares y de la ciudadanía en general, en un sentido político superior. Locual implica que, sin negar el valor de sus formas de organización más inmediatas (sindicatos, organizaciones comunitarias o sectoriales, expresiones del movimiento social, ONG’s, agrupaciones políticas para la participación electoral, etcétera) y su impacto, importante aunque limitado, en la constitución de una conciencia crítica y de clase para asumir la batalla por el cambio revolucionario, históricamente es necesario elevar esta participación política hasta provocar una crisis de hegemonía en el capitalismo nacional. En esta tarea la organización política de la izquierda es fundamental y su inclusión en la lucha electoral depende de que la misma sea ubicada como parte de una estrategia extensa y articulada que prioriza la organización de nuestro pueblo en forma autónoma y superior para enfrentar eficazmente los diversos retos de la lucha política revolucionaria.

En este sentido, el programa político de la organización (así como sus estatutos y su declaración de principios) debe incorporar todos aquellos planteamientos que se liguen a la participación electoral como parte de la lucha política por un cambio revolucionario, pero no debe subordinar el conjunto de su acción política a ese campo. Por ello, al establecer el propósito de contribuir a ese cambio (es decir, a la superación de las formas capitalistas en el mediano y largo plazo, y del neoliberalismo en el corto plazo), es necesario identificar las condiciones objetivas y subjetivas que predominan en el territorio nacional, así como las prioridades y las posibilidades que las mismas nos exigen.

Para empezar, tenemos un contexto nacional caracterizado, sintéticamente, por dos factores: primeramente, la vigencia de un periodo de mediano plazo (iniciado unos 30 años atrás) de crisis del sistema político que no ha terminado de fenecer (eso que un intelectual y militante de izquierda, Arturo Anguiano, ha denominado el “ocaso interminable”; y en segundo lugar, una manifestación más inmediata de gran intensidad conflictiva y de enormes potencialidades sociales, esto es, la coyuntura política de 2010-2012. Estos dos elementos marcan, junto con el contexto internacional de globalización y neoliberalismo, la dinámica histórico-política en la cual se asienta inevitablemente el proyecto de una nueva organización de izquierda.

En cuanto a la acumulación de fuerzas de los sectores populares, el panorama indica una pérdida de iniciativa política y un estado de debilitada organización y movilización generalizadas, aunque con intermitentes y desarticuladas manifestaciones de lucha; además de que se ha desarrollado una importante desconexión de la actuación del PRD respecto de los movimientos sociales y un agudo aislamiento del EZLN, las dos principales fuerzas políticas con signo de izquierda. Si bien el sindicalismo independiente y otras organizaciones populares mantienen un nivel de resistencia significativo, lo mismo que el movimiento ciudadano lopezobradorista, no está a la vista una oleada espontánea o planeada de activación política amplia del pueblo trabajador de México.

En consecuencia, no es necesario argumentar demasiado para hacer evidente la pertinencia de construir una nueva organización que llene el hueco organizativo y de proyección política que la historia demanda en el escenario nacional. Su motivo y propósito principal sería la superación del capitalismo mexicano en el mediano y largo plazo, y la creación en el corto plazo de una alternativa viable y efectiva al modelo neoliberal impuesto en nuestra nación como parte del una política mundial de la oligarquía financiera y de los gobiernos de las grandes potencias. Sus prioridades serían las de asumir todas las formas de lucha necesarias, incluyendo por supuesto la lucha electoral, en una perspectiva estratégica que ponga en el lugar central la organización autónoma del pueblo trabajador y la construcción de su conciencia crítica y de clase y de su proyección política en la sociedad nacional.

En esta perspectiva de análisis, la organización que se proyecta, en este caso como una APN, debe atender esta serie de factores, lo cual nos conduce a una primera observación: coincidimos con la consideración (más implícita que explícita) de que no podemos desestimar la participación en la lucha electoral que se despliega con miras al 2012. Ello tendría que reflejarse tanto en el programa político como en la estructura orgánica y funcional, y en su normatividad interna, pero existen dos condicionantes que tampoco debemos soslayar: por un lado, la cohesión interna y la coherencia política con las que podría contar este proyecto no tiene una base firme suficiente, pues la unidad lograda hasta ahora entre sus convocantes ha sido inconsistente y se ha dado en el espacio más laxo de los acuerdos tácticos de unidad de acción en el movimiento social (por ejemplo, en el Diálogo Nacional o en la resistencia frente a la ofensiva gubernamental contra el SME); por otro lado, inevitablemente, tanto si se busca y se consigue el registro de APN como si ello no sucede, la participación en el proceso electoral de 2012 tendrá que ser en alianza con algún partido político ya reconocido.

Así, quienes firmamos este documento, creemos que no es una prioridad práctica eficiente la búsqueda del reconocimiento formal inmediato como Asociación Política Nacional. Nos parece más importante avanzar ágilmente en la reconstrucción de una capacidad de organización y de articulación política de los múltiples sectores del mundo del trabajo y de la ciudadanía, así como de los núcleos de izquierda dispersos; objetivo para el cual las fechas límite y las exigencias formales de la ley electoral (en buena medida establecidas para limitar la acción política de los grupos de oposición a las restrictivas vías institucionales) representan un estorbo mayor.

Creemos que una tarea indispensable que esta nueva organización podría llevar a cabo mejor que nadie es la de atraer, organizar y articular los movimientos sociales dispersos en el territorio nacional que no están ligados al PRD o abandonaron ese vínculo, y que pueden o no haber sido impactados por el movimiento lopezobradorista. Uno de los objetivos sería su agrupación para la participación en la lucha electoral y para el impulso de una política de alianzas con el mismo fin, pero no se reduciría a ello, sino que esa línea de acción se inscribiría en una perspectiva estratégica de más amplio alcance. Esta tarea implicaría una dinámica más fructífera en el desarrollo de nuestras facultades organizativas de cohesión interna y de coherencia política, que, en un plazo perentorio pero no fatalista y restrictivo como el del 31 de enero del próximo año, nos podría conducir a la consecución del reconocimiento legal propio o a la posibilidad de otras opciones (la integración con desprendimientos del PRD o con un movimiento más amplio como el lopezobradorismo, la fusión con alguna fuerza política nacional o local, el impulso de un frente político coyuntural, etcétera).

Esta consideración de fondo determina la lógica con la que hacemos algunas observaciones más puntuales sobre los documentos base del proyecto de la nueva organización política.

II. Acerca de la declaración de principios

Nos parece que este documento necesita ser claro, preciso, inclusivo, coherente, asertivo, propositivo y comprensible, pero no excedido, redundante, desequilibrado, arbitrario o caótico, pues de alguna manera cumple con la función de una carta de presentación ante la sociedad, dice quiénes y cómo somos, qué pretendemos, cómo vemos al mundo y a la sociedad actuales, por qué estamos aquí, de dónde venimos, etcétera. Por todo ello, es necesario organizar su elaboración de una forma adecuada y alcanzar así el nivel y la calidad requeridos para convertirse en una primera plataforma de proyección comunicativa y dialógica de la nueva organización política con los sectores sociales con los que deseamos vincularnos estrechamente y con la sociedad en su conjunto.

La versión de este documento ofrecida inicialmente contiene una buena parte de lo que, desde nuestro punto de vista, requiere ser explicitado, pero nos parece que está desorganizado, desequilibrado y con algunos sesgos, además de que convendría incorporar algunos elementos o reformularlos de un modo distinto. Para cumplir con esta tarea, nos parece indispensable constituir o reforzar a la comisión redactora, fijar un guión bien estructurado, revisar y reorganizar los contenidos ya elaborados, definir mejor el orden de prioridades, volver más claro el perfil político de la organización naciente y sus propósitos fundamentales. Estas consideraciones representan un trabajo delicado que no pretendemos simplificar aquí, aunque sí deseamos aportar algunos indicadores al respecto, insistiendo en que mucho de lo escrito cumple tentativamente con tal objetivo, más en lo referente a los contenidos que en cuanto a la forma:

-Como hemos advertido antes de nuestras reservas para ajustar en este momento el proceso de construcción de este proyecto a los requisitos formales de la ley electoral vigente, proponemos que en sustitución de la denominación de Asociación Política Nacional o APN se adopte el de Organización Política de Izquierda (OPI), cuyo nombre puede quedar pendiente.

-El primer punto a establecer es el significado de la denominación: el porqué de una organización política, qué significa ello a diferencia de un sindicato u otra forma de organización, qué repercusiones tiene en la vida política nacional; y luego qué queremos decir con izquierda, no izquierda socialista aunque probablemente muchos que nos asumimos como socialistas podríamos formar parte de esta organización, cómo esto se relaciona con la sociedad mexicana estructurada en forma clasista y con un abanico de contradicciones sociales y políticas, por lo tanto qué tiene que ver con las condiciones de vida y de trabajo de amplios sectores sociales, cómo se proyecta a través de valores centrales como la democracia, la justicia social, la libertad, la igualdad y la equidad social, la defensa de los derechos humanos, etcétera.

-En segundo lugar, es necesario presentar una perspectiva de explicación somera, pero precisa, del capitalismo histórico y de su fase actual, así como de su expresión en México, poniendo en la misma perspectiva histórica la lucha de nuestro pueblo contra todas las formas de opresión social y política, destacando algunos momentos y experiencias de gran significado para la formación de una conciencia crítica y de clase, y de una visión de reivindicación de la democracia y de la soberanía nacional.

-En tercer término, se debe establecer sin ambages, pero igual sin sesgos ideológicos, la relación de la lucha por una transformación estructural del capitalismo predominante desde hace 500 años con la confrontación contra las políticas neoliberales y contra el régimen y los gobiernos antidemocráticos. En este planteamiento entra la descripción y la reivindicación de todas las formas de lucha del pueblo trabajador de México y de todas las manifestaciones particulares de su diversidad y de su conflictividad con el orden social imperante, destacando la importancia que hoy tiene la ciudadanía organizada democráticamente en que se materializa esa lucha diversa.

-En cuarto lugar, se puede destacar el carácter internacionalista de la política de la nueva organización, la solidaridad con otros pueblos y organizaciones del mundo, la defensa del derecho a la autodeterminación nacional y de la diversidad cultural, y la búsqueda de una globalización de tipo democrático e incluyente.

-Finalmente, es de gran significación que se ofrezca una explicación de la complejidad y de la contradicción que caracteriza a los seres humanos y su relación con la moral, la ética, la psicología y el comportamiento político, que impactan en la actitud de los individuos y en la actuación de las organizaciones, en este caso políticas, de donde se deriva una orientación ético-política para normar y evaluar la conducta de los militantes de izquierda y de los integrantes de la nueva organización al interior y al exterior de la misma.

Así, cuando señalamos algunos criterios generales para la elaboración de un documento de declaración de principios y enlistamos algunos de los principales temas en un orden y en una jerarquización determinados, dejamos ver una propuesta de organización de los contenidos y un estilo de redacción que identificamos como pertinentes para la constitución de una nueva organización política de la izquierda mexicana, sin embargo, reconocemos que la mayor parte de esta elaboración se halla contenida en el documento base presentado. Al mismo tiempo creemos que una adecuada revisión y ajuste de los documentos lleva algo de tiempo y esfuerzo, pero no la vuelve una tarea interminable e infinita, sólo basta con conjugar creativamente las muchas capacidades que entre todos podemos desarrollar.

III. Acerca del programa

En lo que respecta al programa político de la nueva organización, nos parece que en principio representa un documento de mayor concreción política que la declaración de principios, lo cual exige una gran creatividad para articular los objetivos de largo y mediano plazo con los de corto plazo, para colocar en una perspectiva social y política más amplia y profunda, la lucha por la instauración en México de la democracia más plena, y por la contención y reversión inmediata de algunos de los aspectos más nefastos del neoliberalismo, bajo la lógica de una completa, aunque paulatina, eliminación de este modelo de la faz del territorio nacional, y sobre la base de una acumulación de fuerzas producto de la lucha generalizada y de la organización autónoma de los sectores populares y de la ciudadanía en su conjunto.

Por eso el programa político debe ir de lo general a lo particular y reflejar la vocación de la nueva organización para incidir en la vida política nacional. En este sentido es indispensable no perder de vista y dejar en claro cuál es el marco general en el que queda inscrita la acción política de la organización, mismo que hace alusión a la perspectiva de transformación estructural antisistémica y a la superación de las formas capitalistas en nuestro país, pero sin perderse en disertaciones teóricas demasiado abstractas y ambiguas, sino estableciendo de manera dinámica las mediaciones adecuadas para ir aterrizando en planteamientos más concretos y cada vez más específicos, planteamientos que tienen que ver con la atención a los grandes problemas nacionales de índole económica, política, social y cultural.

Lógicamente, aquí deben acompañar a esos planteamientos generales y específicos, las definiciones estratégicas de mayor proyección política y las formulaciones tácticas del periodo y de la coyuntura, es decir, los temas referidos a los objetivos de organización autónoma y de activación política de los sectores diversos del movimiento social, de formación de una conciencia crítica y de clase en el extenso y variado mundo del trabajo, de implicación en las distintas formas de lucha (electoral, sectorial, de movilización pacífica, etcétera), de identificación del enemigo principal, de la política de alianzas, de la acción encaminada a alcanzar un nivel superior de unidad de todos los oprimidos, de proyección internacional de las relaciones solidarias, y algunos otros.

Atención especial merece el asunto de la formación política de los miembros de la propia organización como base de su proyección en los mismos términos hacia la sociedad en su conjunto, ya que éste ha sido uno de los aspectos en donde más se ha fallado en muchas de las experiencias organizativas de la izquierda, empezando por el PRD. No es posible pensar que podamos repercutir en todos los terrenos de la lucha política y en abrir nuestra visión a la complejidad y a la incertidumbre que caracterizan a la realidad actual de mundialización y financiarización económica, de revolución científica y tecnológica, de despliegue de la multi y la interculturalidad, de diversificación de las identidades y de los sujetos sociales, de recomposición de las hegemonías internacionales, de crisis ecológicas, hambrunas y epidemias de gran alcance, etcétera, si no somos capaces de actualizar nuestros conocimientos, de renovar nuestra mirada hacia el mundo que nos rodea, de aumentar nuestra sensibilidad ante las múltiples formas de la dominación y la opresión capitalistas, si no nos atrevemos a superar las costumbres y los vicios que solemos compartir con otras manifestaciones de la realidad social donde hemos vivido, en fin, si no asumimos el reto de cambiar nuestra dimensión personal y colectiva, abandonando los muchos rasgos de soberbia y arrogancia que han caracterizado a la izquierda, para así contribuir al cambio de la sociedad en su conjunto.

Como en el caso de la declaración de principios, parece conveniente reorganizar la comisión redactora del programa político y establecer un guión adecuado para la articulación de los principales planteamientos de acción política y la definición de las perspectivas estratégicas y tácticas, en un documento de alto nivel de claridad y de capacidad comunicativa.

IV. Acerca de los estatutos

Cabe señalar en este punto que el documento de los estatutos ha sido elaborado con un matiz acentuado de índole jurídica, suponemos que ajustado a los parámetros regulados por los organismos electorales, lo cual no nos parece erróneo en principio, pero que no deja de tener un inquietante sabor de exageración formalista. Si la determinación de intentar el registro inmediato como ANP se mantiene y con ello nos vemos obligados a adoptar las formas manifiestas en el documento presentado, nos parece conveniente precisar la justificación de algunas instancias como la dirección política nacional colectiva y su implicaciones en la posible duplicación de funciones y facultades, ya que uno de los grandes problemas de la experiencias organizativas de la izquierda del pasado y del presente ha sido el gigantismo burocrático y la rigidez de sus estructuras.

Por otra parte, conviene resaltar más decididamente el significado honroso de la pertenencia a la organización y de la militancia política como base de una moralidad y de una perspectiva ético-política distinta a las que predominan en muchos espacios de la vida política nacional y de las estructuras institucionales públicas y privadas del capitalismo. Además, nuevamente, consideramos que la formación política de los integrantes de la nueva organización debe reflejarse con precisión en las estructuras y en los objetivos definidos en los estatutos.

Punto aparte representa el asunto de la remoción de las instancias de dirección unipersonal y el rendimiento de cuentas a que deben estar obligadas, ya que también ha sido uno de los elementos críticos en otras experiencias, lo cual no nos lleva tampoco a idealizar una horizontalidad extrema que simplemente vuelve inoperante a la estructura y produce otras formas de autoritarismo ya conocidas en la experiencia práctica de la izquierda mexicana.

Por último, queremos advertir de la importancia de cuidar con suma atención los criterios y las reglas gramaticales y lingüísticas básicas en la redacción final de los documentos en lo referente a la ortografía, la puntuación, la sintaxis y el estilo, ya que no debemos olvidar que representan nuestra carta de presentación ante la sociedad. Esta labor no tiene la misma relevancia que los contenidos esenciales de los documentos, pero sigue siendo una muestra de lo que creemos y de lo que deseamos ofrecer a nuestro pueblo en su lucha de liberación contra todas las formas de opresión y de dominación social y política.

Esta serie de observaciones son producto del interés y de la esperanza que nos despierta el proyecto de una nueva organización política de izquierda, proyecto que se propone poner en marcha a partir del encuentro de muchas organizaciones y activistas que hemos coincidido en las luchas populares de los últimos años, donde hemos tenido múltiples y diversas diferencias pero también numerosos acuerdos y convergencias. El salto a un nivel superior de unidad y de organización política de la izquierda, como la que este proyecto representa, sin duda nos significa a muchos una empresa llena de desafíos y de riesgos, pero igualmente vasta en potencialidades y esperanzas. Esta contradicción inherente al hecho humano y social en general, y muy propia de los tiempos de incertidumbre y de complejidad en que nos desenvolvemos hoy, más que enseñorear al desaliento alimenta nuestra confianza, mellada por una que otra frustración generalizada, pero aún palpitando por la renovación necesaria de nuestro entusiasmo vital. En consecuencia, si de algo sirven estas observaciones, con o sin nuestro concurso directo en su aplicación o discusión, las ofrecemos con sincera solidaridad y camaradería.

¡Por la pronta revolución que nos hermane en el cambio social tan esperado por todos¡


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