viernes, 12 de octubre de 2012

Del desconcierto a la reflexión; de la desesperación a la organización: los laboriosos inicios de la nueva etapa de la lucha.

Primera parte.

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.

¿Qué estuvo en juego el 1 de julio? La de julio pasado no fue una elección más. Fue un momento de agudo enfrentamiento entre las fuerzas del capital imperialista y sus lacayos, por una parte, y el más amplio frente unitario que hemos podido construir quienes aspiramos a sacudirnos su yugo, después del Frente Democrático Nacional de 1988. Enfrentamos a la dupla dominante con posibilidades reales de derrotarla. No era fácil, es cierto; las fuerzas del neoliberalismo son poderosas sobre todo por sus recursos económicos, pero además jugaron con varias cartas: Vázquez Mota, Quadri, el abstencionismo y su candidato preferido, Peña Nieto. Tuvieron toda clase de ventajas plasmadas en el entramado jurídico, institucional y mercadológico a la medida de sus intereses, que han venido construyendo por largo tiempo, e incluso en el tipo de mentalidad que ha ido imbuyendo en amplios sectores del electorado.

Pero es importante observar que, a pesar de todo eso, por primera vez en 24 años la vía electoral volvió a ser una opción, gracias a que fue posible conjuntar tres factores determinantes: un candidato antineoliberal con gran aceptación popular, un combativo y ya importante movimiento contra el neoliberalismo y sus consecuencias, que se articuló y fogueó a lo largo de luchas tenaces que se iniciaron desde mediados de la década de los ochenta, y un conjunto de partidos políticos –PRD, PT y MC—que estando dentro del sistema de partidos permitido por el entramado neoliberal, sin embargo registraron al candidato López Obrador bajo sus siglas.

Lo que estuvo en juego fue la ambición del imperialismo y la gran burguesía apátrida de mantener y profundizar la explotación de los trabajadores mexicanos y el saqueo de nuestros recursos, llevando ambos a niveles nunca vistos, por una parte, y por otra, la posibilidad de que por primera vez en tres décadas no quedara la Presidencia de México en manos de los neoliberales. Con López Obrador al frente del poder ejecutivo, el pueblo movilizado podría haber pasado a la ofensiva y empezar el proceso de desmantelamiento de todo el entramado neoliberal.

Ya conocemos el desenlace de esa batalla concreta. La dupla imperialismo-burguesía apátrida con malas artes logró imponer a su primera opción, Peña. No es sorpresivo; además de todas las ventajas que tuvieron, son fuerzas que siempre que se ven amenazadas de perder su predominio y sobre todo en esta época de aguda crisis del sistema capitalista mundial que los apremia a profundizar el saqueo de nuestras riquezas y la explotación de nuestro pueblo, lo atropellan todo. En este caso también recurrieron aún a lo más ruin, para hacer prevalecer sus intereses por encima de la voluntad popular.

Pero la lucha no termina con la imposición de Peña, sólo entra a otra etapa. Como se ha dicho, la batalla electoral del 1 de julio no estuvo al margen de los grandes problemas que enfrenta el pueblo de México en esta etapa. Éstos radican en la sobrexplotación y rapiña que significa el neoliberalismo. El 1 de julio, nuestro pueblo enfrentó esos problemas por la vía electoral y ese proceso ya concluyó, pero la lucha no termina, antes al contrario, se agudiza. Porque ni siquiera ha tomado posesión Peña y ya nos están imponiendo una infame “reforma laboral” que no significa otra cosa que el abaratamiento del costo de la fuerza de trabajo para los capitalistas, con sus lógicas consecuencias: para los trabajadores más miseria y para los patrones mayor riqueza, que es a lo que se refieren los defensores de tal reforma cuando dicen que se trata de “incentivar las inversiones”. Y ya está Peña reiterando que va hacia la privatización de Pemex. Y van por una reforma fiscal y hacendaria que también “incentive las inversiones” disminuyendo la carga fiscal a los capitalistas y acrecentándola a lo que consume el pueblo, subiendo la tasa del IVA y aplicándola de manera generalizada, inclusive a medicinas y alimentos. Y van tras otras muchas cosas más, hasta donde el pueblo los deje… 

Los neoliberales quisieran avanzar en sus planes sin que hubiera resistencia alguna. No lo van a lograr. Nos quieren engañar con el cuento de que elegir a Peña fue la libre voluntad de la mayoría y que allí concluyó la etapa de confrontaciones; que ahora viene la etapa de la colaboración para llevar adelante las “reformas que México necesita”. Su maquinaria de propaganda, además de difundir eso día tras día, también miente al presentar los proyectos de la dupla imperialismo-burguesía apátrida como buenos para México y su pueblo: la reforma laboral, dicen, va a generar empleos, ¡falso!; y la entrada de capitales privados a Pemex, también; ¡falso!; y la reforma fiscal y hacendaria beneficiará a las mayorías, ¡pero qué cínicos son! 

El cierre de un capítulo de la lucha contra la imposición y el neoliberalismo y el difícil inicio y consolidación de uno nuevo y diferente. El dictamen del tribunal electoral, inapelable desde el punto de vista jurídico, y la reforma que se hizo a la Constitución y se promulgó en los mismos días, que permite a Peña tomar posesión sin que lo haga en el recinto del Congreso de la Unión ni ante los integrantes de esa “representación nacional” –que en realidad lo que representa son los intereses del imperialismo y la burguesía apátrida-- abaten la esperanza de que la movilización popular pueda impedir la instalación del títere en la presidencia. Pero al mismo tiempo avivan la discusión sobre qué hacer ante esos hechos frente a los que se entra de lleno a una nueva etapa de la lucha popular contra los neoliberales, autores de la imposición, y contra sus fines. 

Las cuestiones a debate. Los principales temas a discusión y los distintos puntos de vista se pueden resumir así: 1) Según opinan algunos, la vía electoral está agotada; juicio que se bifurca en dos vertientes: una es el de quienes consideran que quedó cancelada de igual manera toda forma de lucha popular, excepto la insurrección armada, pero otros dicen que otros géneros de lucha no armada están vigentes y son los adecuados, por ejemplo, la desobediencia civil. 2) También hay quienes sostienen que el camino electoral –junto con el parlamentario-- es el único válido, a pesar de las amargas experiencias vividas. Y que, por lo tanto, urge preservar y fortalecer a los instrumentos electorales de “las izquierdas”: PRD, PT y MC, avanzando hacia alguna modalidad de su unidad orgánica y a la anexión de otros contingentes ajenos a sus filas. Quienes así opinan, consideran grave que MORENA busque su propio registro como partido político, pues aducen que esto divide y debilita la capacidad de lucha. 3) Coinciden en su opinión crítica sobre MORENA, quienes rechazan con enojo a los partidos de “izquierda” con registro, hastiados por sus frecuentes alianzas con la derecha neoliberal, el oportunismo y la corrupción que ha campeado en sus filas, pues piensan que MORENA seguirá el mismo camino tortuoso. Todo esto se discute en diversos foros, muy señaladamente en el de la Convención Nacional contra la imposición. Y frente a todo eso hay que tomar posición de manera razonada.

Continuaré con este tema…

8 de octubre de 2012.

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