viernes, 10 de junio de 2016

DOCUMENTOS DE DISCUSION PARA EL ENCUENTRO DE GUADALAJARA 26 DE JUNIO DE 2016

Discurso del Compañero Dr. Sergio Quiroz Miranda
Presidente del Comité Nacional Preparatorio del
VI Encuentro Internacional del Pensamiento Critico
Volver a Marx
                             Ciudad de México 7 de mayo 2016




http://www.pceml.info/antiguo/wp-content/uploads/2013/09/ml02_dosversiones.jpg“…Un partido ajeno al dogmatismo y al verticalismo; un partido en el que la democracia signifique tomar realmente en cuenta la opinión de cada uno de sus miembros. Un partido ajeno a las decisiones de ordeno y mando. Y que sustentado en el reconocimiento a la diversidad de pensamiento supere la nociva practica del unanimismo en la toma de decisiones y las sustituya por el debate y la razón,  la critica y la autocritica revolucionarias. Si somos capaces de esta elevada tarea podremos decir a las nuevas generaciones misión cumplida y habremos entregado en sus manos un valioso instrumento para garantizar un futuro y un presente basado en el buen vivir para todos. Esta es la tarea y debemos cumplirla….
Cd. De México, 7 de mayo 2016
Dr. Sergio Quiroz Miranda


Camaradas todos:
Esta es la sexta edición de los encuentros Internacionales del Pensamiento Crítico volver a Marx.
En una sociedad mediada por una profunda alienación, en una sociedad caracterizada por el totalitarismo del pensamiento único en la que todo hasta la vida cotidiana y familiar, se concibe bajo la premisa de la utilidad mercantil capitalista, los Encuentros volver a Marx  son un espacio de oxigenación del espíritu libertario, son un espacio de necesaria liberación, pero son también un lugar donde se pueden recargar las pilas de la construcción de sueños y utopías y tomar fortaleza para seguir dando la lucha  por un mundo mejor.
Entonces ¿acaso  los marxistas, los socialistas, los comunistas somos ilusos soñadores, constructores de utopías irrealizables? Nada más alejado de eso. Somos soñadores porque resistimos la aplastante ideología del fin de la historia, la resistimos y la superamos;  y porque estamos convencidos de que más allá del capital está la posibilidad real de un mundo en el que las relaciones humanas se construyan sobre los principios de la solidaridad, la ayuda mutua, la fraternidad; en este objetivo somos soñadores de mundos nuevos porque el capitalismo ha sido incapaz de arrebatarnos la capacidad de soñar y construir proyectos sociales por los que estamos dispuestos a luchar hasta lograrlos.”… Cambiar el mundo amigo Sancho, no es locura ni utopía sino justicia….”
Nuestra utopía es fundada, nuestra utopía es fincada en análisis crítico científico de la realidad.   Somos comunistas, marxistas, socialistas porque aprovechamos las bondades de la ciencia social para analizar las contradicciones del capitalismo y llegar a las conclusiones de que ha llegado a una etapa en la que solo puede ofrecer destrucción de la naturaleza, desempleo, hambre, insalubridad y muerte a los habitantes del planeta. Y convencidos de ello nos hemos propuesto llamar al mundo entero a salvarnos de la barbarie construyendo un modo social nuevo; y ese modo social nuevo tiene que eliminar las causas de la desigualdad, de la justicia social, de la depredación de las relaciones humanas.  Ese sistema social nuevo tiene que apoyarse en la socialización de los medios de la producción y del cambio; ese sistema social nuevo tiene que eliminar la propiedad privada de las fábricas, de las grandes industrias, de las grandes corporaciones y ponerlas en manos de la sociedad.
Y a ese mundo que hoy es realmente posible lograr,  nosotros en el Partido de los Comunistas Mexicanos lo hemos denominado: SOCIALISMO HUMANISTA Y DEMOCRATICO. Pensamos que le debemos poner los apellidos de humanista y democrático. Tal vez en otra época saldrían sobrando porque algunos dirían que suena a tautología o a pleonasmo, porque el socialismo es esencialmente democrático y es esencialmente humano. Pero justificadamente o no los experimentos realizados en la ex Unión soviética, en los países de Europa del Este y en otras latitudes, y repito justificadamente o no, han carecido de democracia y no han puesto al ser humano en el centro. Tal vez el tiempo no fue suficiente, tal vez el entorno tan hostil en el que se desarrollaron lo impidieron. Como quiera que sea, trascendieron como regímenes en los que lo socialmente  apagó y elimino lo individual. Trascendieron como regímenes en los que las decisiones se tomaron sin considerar la opinión de cada persona. Por ello cuando hablamos de socialismo lo hacemos pensando en un nuevo régimen en el que desaparezcan las condiciones antidemocráticas y de opresión, desaparezcan las condiciones de alienación y explotación y en su lugar se instale un nuevo humanismo y una nueva democracia
Desde nuestro punto de vista,  no compartimos el análisis de quienes sostienen que la crisis del socialismo es una prueba del fracaso de la teoría del materialismo dialectico e histórico, o un fracaso de la teoría marxista en general. Discrepamos también de quienes sostienen que la Revolución socialista de octubre de 1917 fue un error histórico.
Para nosotros queda muy claro que la construcción del socialismo fue una hazaña histórica que revelo y demostró al mundo entero la gran capacidad y el gran poderío de la clase trabajadora cuando es capaz de unificarse para asumir el poder político y económico de una nación. Fuera de todo romanticismo nos queda claro que el socialismo demostró que productivamente es un régimen superior en el que la riqueza se distribuye de manera más justa, llevando al mínimo el registro de desigualdades sociales. Es falsa la apreciación de que el socialismo es improductivo, pues las cifras del crecimiento de la productividad estable del PIB de la Unión Soviética desde 1927 a la década de los ochenta nos indican todo lo contrario. En su breve tiempo de desarrollo el socialismo fue capaz de construir una poderosa nación que por su poderío industrial y militar liberó al mundo de la amenaza del nazi fascismo infringiendo una derrota total a un costo elevado de más de 20 millones de vidas de parte del campo socialista; para después erigirse en una superpotencia económica, política y militar.
Sin caer en el simplismo de la crítica burguesa de sostener que el socialismo fue incapaz de competir con el capitalismo en la producción de mercancías y artículos de consumo necesarios para elevar el nivel de vida del pueblo, nosotros partimos de considerar que el corto tiempo de vida del socialismo, apenas 7 décadas, fue capaz de muchas hazañas en el terreno de la producción, pero no hay que olvidar que el inicio de la construcción de este nuevo régimen social no se dio en una nación de un capitalismo que hubiera desarrollado ampliamente las fuerzas productivas y en el que como lo precisa Marx se hubieran agotado las potencialidades de desarrollo porque habrían llegado a límite máximo, sino que se construyó el nuevo régimen en una sociedad semifeudal que fue la Rusia zarista, con una clase obrera casi inexistente, una nación con alto nivel de analfabetismo, devastadas sus fuerzas productivas por la guerra.

En ese país de escaso desarrollo con un capitalismo en apenas su etapa mercantil es donde la inteligencia y el liderazgo de Lenin se propusieron y lograron construir el socialismo. Por estas razones Gramsci expreso que la revolución de octubre fue una revolución que “violó” los presupuestos marxistas de que un nuevo régimen surge cuando el existente ha agotado las potencialidades de su desarrollo. En la Rusia Zarista no solo no se habían agotado las potencialidades del capitalismo sino que este apenas estaba en su etapa de formación inicial, en la etapa de la acumulación originaria del capital, aunque justo es reconoce que Gramsci comprendía perfectamente que Marx previó solo lo previsible y por tanto la revolución de octubre es la expresión de que el marxismo no es un dogma sino una guía para actuar en las condiciones cambiantes del mundo.
Esto explica también por qué razones Lenin estableció la llamada Nueva Política Económica y que algunos con miopía política juzgaron como una expresión de retroceso o reformismo, consistente en llamar al capital extranjero a participar en la nueva sociedad y esto explica también el origen del atraso del país en la producción de mercancías para el consumo que no fueran las absolutamente necesarias para vivir.
Otro de los factores de esto que denominan falsamente “incapacidad del socialismo “para producir los mismos bienes que el capitalismo, lo fue sin dudas el régimen de acechanza, vigilancia extrema y provocaciones de invasión territorial de los países imperialistas contra el nuevo estado socialista. A este estado como sabemos se le denomino “guerra fría”, el que no por no usar cañones o bombas dejaba de ser de consecuencias mortales para los pueblos acechados; precisamente esa guerra fría obligaba a la Unión Soviética y al campo socialista a construir una escala de prioridades en la producción y en el primer lugar estaba la industria militar para mantener a los enemigos bajo control, sacrificando la producción de otras industria de bienes de consumo considerados en esas circunstancias no de urgente necesidad.
En cuanto al déficit en el desarrollo de la democracia política interior ningún estado puede desarrollar libremente su democracia en una situación de acecho, de amenazas a su seguridad interior, y de violaciones frecuentes a su soberanía territorial. Podemos decir que el régimen del socialismo real en su breve y corta vida garantizo el bienestar colectivo, atendió a las necesidades colectivas de pleno empleo, de salud, educación y deporte; pero el tiempo fue insuficiente para subsanar las fallas en cuanto a cubrir necesidades no consideradas urgentes, y lo mismo para atender las necesidades de un desarrollo democrático.
Examinado este entorno político en el que se desarrolló el socialismo real, podemos resumir que:
En el socialismo real el poder,  la nueva democracia basada en los soviets que eran el nuevo poder democrático, con el tiempo se deformo para convertirse en un poder burocrático, en manos de una elite que estableció un régimen de dependencia jerárquica y una disciplina cuartelaría en la sociedad; un régimen que no socializo los medios de la producción sino que los puso en manos del Estado formado por esa elite burocrática, en consecuencia en vez de socializarlos los estatizó lo cual no es lo mismo.
Esta situación generó vicios que se promovieron desde la propia burocracia tales como la simulación, la delación, la obediencia ciega y la sumisión como requisitos para estar y ascender en la elite burocrática. Estos vicios sustentaron también el nocivo culto a la personalidad del dirigente en turno.  Se deformo así la esencia democrática del socialismo y del leninismo.
Podemos sostener que el socialismo real fue capaz de garantizar el bienestar económico y material de la sociedad pero sacrificó las necesidades y atención de los individuos, a la vez que la democracia del pueblo devino en una democracia dirigida centralista en manos de un breve grupo; con lo cual se debilito el carácter y la esencia humanística del socialismo.
Hoy a más de dos décadas de la caída del campo socialista, en  el partido de los comunistas Mexicanos después del análisis que en el seno del partido hemos realizado podemos sostener en primer lugar que la teoría de Marx sigue siendo la guía para la acción válida para transformar revolucionariamente la sociedad, y que lo ocurrido en el campo socialista encabezado por la Unión Soviética y Europa del Este  no invalidan ni afectan la validez del marxismo, por el contrario nos indican que cuando el marxismo deviene en burocratismo o en dogmatismo los resultados son contrarios a los ideales de una  sociedad superior al capitalismo, nos indican además que no puede haber socialismo si el bienestar colectivo no se complementa con el bienestar de cada uno de los miembros de la sociedad, nos indican que el nuevo régimen socialista no puede subestimar el desarrollo individual. Nos indican que la construcción del socialismo no se puede alejar de la consigna de Marx y Engels escrita en el manifiesto del partido comunista: “…Y a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos…”
¿Qué significado tiene para los comunistas mexicanos esta consigna de Marx de construir una nueva sociedad en la que se potencia el libre desarrollo de cada uno?
Significa para nosotros que no se pueden nulificar los derechos individuales en aras del interés colectivo. Lo que sí está justificado sobradamente es privilegiar los derechos colectivos para poder garantizar los derechos individuales, pero de ninguna manera nulificarlos. Esto significa que los individuos en el socialismo tenemos garantizados derechos sociales de manera efectiva como el derecho a la educación, a la salud, al empleo bien remunerado, a la vivienda, etc. Pero también tenemos derechos individuales como el de la libre expresión de las ideas, como el derecho a escuchar y ser escuchado, el derecho a disentir dentro de los cauces y las normas legales, el derecho a opinar y que nuestra opinión sea tomada en cuenta, todos estos derechos en el marco de una reglamentación que garanticen que no atentan contra los derechos colectivos o sociales.
Considerando este análisis en el partido de los comunistas mexicanos concluimos que las dos principales fallas del socialismo real fueron la relativa a garantizar un régimen democrático en el modelo de una nueva democracia, la democracia del pueblo; y desde luego el déficit en lo relativo la esencia y carácter humanístico del socialismo. Por estas razones la propuesta de objetivo histórico para el siglo XXI es un nuevo modelo de socialismo que subsane estas omisiones que justificadamente o no, ocurrieron en el socialismo real, y consecuentemente la propuesta del socialismo del siglo XXI lo hemos denominado: SOCIALISMO HUMANISTA Y DEMOCRATICO.
Con base en esta propuesta podemos contestar la siguiente pregunta: ¿Entonces cómo concebimos el socialismo humanista y democrático?
En primer término como un régimen humanista esto significa construido por los seres humanos y para el desarrollo y crecimiento de los seres humanos; y esto significa desarrollar el ser social pero no a costa del ser individual sino como la condición para que el primero se desarrolle. Por lo que no solo implica un régimen económico superior sino un régimen que propicie el desarrollo y crecimiento de todas las potencialidades del ser humano, físicas, mentales y de sus valores morales, estéticos y filosóficos sobre todo los relativos a la cosmovisión del universo sustentados en el progreso de la ciencia y la tecnología.
Un régimen que oponga a la lógica del dinero y el capital la lógica del humanismo, la lógica de la racionalidad socialista, la lógica de la cooperación y el trabajo colectivo y comunitario como bases del nuevo sistema social. En consecuencia un régimen que no sea como hoy una tranca, un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas sino una palanca y una plataforma para su impetuoso desarrollo.
Pero este desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas no se puede concebir sin considerar el cuidado, preservación y protección de la tierra y el medio ambiente. El socialismo no está como el capitalismo presionado a conseguir ganancias a costa de lo que sea, en este caso de la destrucción de la naturaleza, por el contrario existe una coherencia filosófica, económica y política entre la política y la preservación de la tierra y el medio ambiente. Eliminada la lógica del capital no hay impedimento alguno para que todo tipo de crecimiento economice, industrial o tecnológico se haga respetando la preservación, conservación, mantenimiento y crecimiento del medio ambiente.
Concebimos el socialismo humanista y democrático como una sociedad sin privaciones, una sociedad de la abundancia en bienes material a los que todos deben tener acceso; en nuestra concepción de la nueva sociedad no se opone el placer y la vida digna de ser vivida a la virtud, para nosotros son complementarias y necesarias para la nueva sociedad. Esta nueva sociedad  en la que los medios de la producción son propiedad social distribuye la riqueza no en base al simple igualitarismo sino en base a la cantidad y calidad de trabajo que cada quien aporte a la sociedad, un sistema que no suprime lo individual en aras de lo colectivo sino que concilia lo colectivo con lo individual; un sistema que incrementa constantemente la producción para atender la demanda de bienes y servicios para incrementar a su vez el nivel de vida del pueblo aumentando la comodidad personal en el marco del respeto a la dignidad humana y de la libre expresión de las ideas.
Un régimen social que  garantice   un alto nivel de vida de los integrantes de la sociedad sin excepción alguna: el nuevo régimen garantizará el pleno ejercicio de los derechos sociales como: derecho a la vivienda derecho al trabajo bien remunerado derecho a vacaciones, ascensos, derecho al deporte, derecho a la salud,   derecho a la educación en todos los niveles. Derecho a la propiedad privada personal y a la pequeña propiedades productiva del campo y la ciudad, garantizara también los derechos de libre asociación en organizaciones sociales, sindicales, políticas que no atenten contra los principios generales del nuevo régimen social.
Así concebimos el socialismo humanista y democrático por el que luchamos en el Partido de los Comunistas Mexicanos.
Al existir plena congruencia entre el régimen social y el desarrollo de las fuerzas productivas, y al eliminarse el obstáculo de la obtención de ganancias como la medula y centro de la sociedad, podemos desarrollar sin límite alguno, salvo la protección de la naturaleza y el medio ambiente, así como la preservación de la vida y los derechos individuales y sociales, las fuerzas productivas. Ahora si va a ser posible que al desarrollo tecnológico le suceda de manera lógica un incremento en la calidad de vida de toda la sociedad; ahora si va a ser posible que la cibernética, el genoma humano, la biotecnología y otros adelantos científico tecnológicos se pongan al servicio de la prolongación de la vida, se pongan al servicio de la eliminación de las enfermedades, se pongan al servicio de la humanidad y de su progreso.
La robótica, la telemática, la bioingeniería, la nanotecnología serán la base científica sobre la que se va a desarrollar el más grande humanismo jamás imaginado por los seres humanos; porque va a ser un humanismo no para un sector elitista de la sociedad como ocurrió en el humanismo de la antigua Grecia, sino un humanismo para todos los hombres y mujeres del planeta sin excepción alguna. Un humanismo que va a permitir desplegar lo mejor de cada uno en el que va a florecer la cultura, la estética y la producción artística como el remanso espiritual de crecimiento de la humanidad
MEXICO, NUESTRO PAIS.
Analizado el tema de la reconstrucción de nuestro objetivo histórico nos preguntamos, ¿Y en México, es hoy posible construir el socialismo humanista y democrático?
Nosotros contestamos que ese será el resultado de la maduración de las condiciones objetivas y subjetivas en la sociedad mexicana. Es cierto que la contradicción capital trabajo está en una de sus más agudas etapas, pues el neoliberalismo ha emprendido una embestida feroz contra los trabajadores mexicanos. Les impone condiciones salvajes de explotación, les arrebata conquistas que tenían décadas de haberse logrado a base de luchas y sacrificios, les hace nugatorios sus derechos más elementales. Este régimen está acercándose cada vez más a la caracterización de un régimen del capital financiero, un régimen que busca garantizar la obtención de una alta tasa de ganancia al capital a costa de lo que sea necesario,  y para lograrlo están dispuestos, como lo hemos experimentado, a utilizar la represión y la persecución de aquellos que se atreven a manifestar su repudio a tales medidas. Podemos decir que hay una amenaza real sobre México y esta es la amenaza del fascismo.
Podemos decir que hay condiciones objetivas para el cambio revolucionario de la sociedad mexicana; pero advertimos también que el desarrollo de las condiciones subjetivas proceso al que Gramsci denomino la obtención de la hegemonía, este proceso se inclina aun a favor de las fuerzas dominantes, este proceso a consecuencia de la alienación no favorece aun a las propuestas de la transformación revolucionaria de la sociedad. Tenemos entonces que actuar en el sentido de promover la maduración de las condiciones subjetivas, esa es una tarea inaplazable de la izquierda marxista del país.
Tenemos que actuar en este sentido para favorecer el fortalecimiento de la conciencia de clase en los trabajadores mexicanos, tenemos que actuar agresivamente para alcanzar la hegemonía a favor de nuestro proyecto histórico del socialismo humanista y democrático. Tenemos que trabajar políticamente hasta convertir esta crisis política en una verdadera crisis de hegemonía.

Hemos dicho que el capitalismo ha contaminado todas las esferas donde el hombre cotidiano actúa, y la política no es una excepción. La política sostiene el Dr. Fernando de la Cuadra, se ha transformado en un frio cálculo personal de costo-beneficio, en una estructura de preferencias individuales en donde cada agente evalúa cuales son los mejores escenarios y decisiones para adquirir más poder, dinero y prestigio. Por eso es que la política ha terminado siendo dominada por las empresas, que imponen su lógica competitiva y su gen darwinista cuando se dedican a financiar las campañas de aquellos candidatos que tienen mayores posibilidades de sobrevivir y que además se comprometen a efectuar un retorno incrementado de la inversión. La política perdió su vocación de servicio público y se convirtió en un oficio de especuladores y oportunistas.

Para construir el socialismo humanista y democrático en México tenemos que ser capaces de organizarnos con otras fuerzas no marxistas, con otras fuerzas no socialistas, con otras fuerzas no comunistas para echar del poder a esta clase corrupta, a esta burguesía vende patria que se ha hecho del poder. En su lugar instalar un nuevo bloque histórico en el que la clase obrera organizada no solo participe sino que sea la fuerza motriz de su organización. Esto es lo que es realmente asequible, esto es lo que es real y objetivamente transitable en el México de hoy. La izquierda marxista debe ser el motor de consolidación y unidad de las fuerzas antiimperialistas, de las fuerzas antifascistas y democráticas de México, para instalar en el poder a ese nuevo bloque histórico que garantice un sistema superior de la vida social y que construya las condiciones mejores para la lucha por el socialismo en este país.

LA  UNIDAD Y ORGANIZACIÓN DE LOS MARXISTAS

Ustedes dirán que estas son grandes tareas, que se antojan demasiado grandes para su realización. Ciertamente son grandes tareas que reclaman de una gran organización política de los marxistas de México.
En las condiciones actuales serian tareas imposibles de llevar al éxito. Porque la izquierda marxista esta segmentada, dividida en una serie de agrupaciones, cada una de ellas poseedora de la verdad absoluta. Algunos incluso se resisten a conversar con el resto de las fuerzas marxistas. Al parecer no nos hemos dado cuenta de que si no nos unimos ahora después nos van a eliminar uno a uno y sin problemas. Si no luchamos para detener al fascismo ahora, después va a ser imposible detenerlo.
Por esta razón este VI Encuentro tiene el lema de LA UNIDAD DE LOS MARXISTAS POR EL SOCIALISMO EN MEXICO, y por eso los resultados de las discusiones y el debate deben producir resultados concretos en término de los diferentes niveles de unidad que podemos construir.
Porque no es posible, no es admisible que siga estando ausente de la vida política nacional la gran organización clasista de la clase obrera mexicana, ante los riesgos de que la democracia burguesa ceda el paso al fascismo, no es admisible que no seamos capaces de construir la unidad combativa de los marxistas mexicanos.
Hoy debemos ser capaces de superar el dogmatismo y el sectarismo; hoy debemos ser capaces de superar la insensata autosuficiencia, hoy debemos ser capaces de superar el surrealismo que inventa realidades y actúa como si existieran, hoy debemos superar el activismo y el pragmatismo sin dirección, meramente coyuntural que va de coyuntura tras coyuntura sin un rumbo estratégico ni proyecto histórico  definido. Hoy debemos superar también el economicismo y el desdén por la teoría dando a la praxis revolucionaria el papel fundamental como la síntesis dialéctica de teoría y practica revolucionaria.
Llamamos a todas y todos los camaradas marxistas aquí reunidos a construir en el plazo necesario y de acuerdo a las condiciones de heterogeneidad existentes, el gran organismo político de la clase obrera mexicana. Construyamos el partido que cumpla con la tarea de expulsar del palacio nacional a la burguesía burocrática y neoliberal, entreguista y proimperialista que hoy tiene la dirección del país; el partido que oriente la vida de México hacia la nueva democracia socialista. El gran partido de los comunistas mexicanos que se oriente a reconstruir el objetivo histórico de un régimen social sin explotados ni explotadores, que junto a la clase obrera trace el rumbo al socialismo considerando las particularidades y el contexto histórico y geográfico nacional.
El partido de los patriotas de México que inspirado en el ejemplo heroico de Hidalgo, Morelos, Guerrero, Benito Juárez, Flores Magón. Villa, Zapata, Lázaro Cárdenas oriente su lucha para superar el atraso en el que viven aun millones de mexicanos.
El partido de los marxistas mexicanos que norme su vida interna por los altos y elevados principios de libertad y democracia por los que lucha. Un partido ajeno al dogmatismo y al verticalismo; un partido en el que la democracia signifique tomar realmente en cuenta la opinión de cada uno de sus miembros. Un partido ajeno a las decisiones de ordeno y mando. Y que sustentado en el reconocimiento a la diversidad de pensamiento supere la nociva practica del unanimismo en la toma de decisiones y las sustituya por el debate y la razón,  la critica y la autocritica revolucionarias. Si somos capaces de esta elevada tarea podremos decir a las nuevas generaciones misión cumplida y habremos entregado en sus manos un valioso instrumento para garantizar un futuro y un presente basado en el buen vivir para todos. Esta es la tarea y debemos cumplirla.
VIVA LA UNIDAD dE LOS MARXISTAS, SOCIALISTAS Y COMUNISTAS DE MEXICO
VIVA MEXICO

Muchas Gracias Camaradas.




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LA NECESIDAD DEL SOCIALISMO, DE QUE CARÁCTER Y COMO LUCHAR POR ÉL.

1.- EL CAPITALISMO, en su fase reciente como capitalismo globalizado neoliberal, iniciada en los años 70´s, del siglo pasado hasta la actualidad, 2016, se ha vuelto más explotador, con creación de riquezas exuberantes, nunca vistas, pero también con una mayor desigualdad en la sociedad:
Pocos ricos cada vez más ricos, los súper ricos, los nuevos Mac Patos, y la mayoría de la población del planeta ve disminuidos sus ingresos, una gran parte de esos grupos cae en los brazos de la pobreza y otra parte se ahoga en la miseria, a la que los ideólogos burgueses eufemísticamente llaman como “pobreza extrema”.
Este capitalismo salvaje se ha vuelto más depredador, más peligroso para todo mundo, como se puede constatar en el irracional uso que le ha venido dando a los derivados del petróleo y de otros productos fósiles, los que están ocasionando, cambios climáticos, incremento de la temperatura en el planeta; desastres naturales más intensos y destructivos, como los huracanes, tifones, tsunamis, aumento de los deshielos, en los polos y en las montañas; calentamiento de los mares, y sus cauces normales; disminución y agotamiento de los mantos freáticos y del agua de los ríos y lagos; desaparición de las especies vegetales y animales; aparición de nuevas enfermedades y epidemias que vienen atacando a los humanos.

Crisis económicas nunca vistas, sincronizadas, con extensiones planetarias y profundas repercusiones sobre la sociedad; por su sobreproducción, cierre de empresas, quiebras, millones de trabajadores lanzados al desempleo, a la calle, hambrunas, crisis migratorias; se considera que estas crisis son las peores en la historia el capitalismo.
Los burgueses han tratado de terminar con estas crisis, buscando reanimar sus economías, mediante las guerras sin lograrlo.
Pero eso sí, las guerras se han convertido en medio de exterminio de pueblos y gobiernos que no han comulgado con el neoliberalismo y sobre todo que han representado formas seguras de hacer negocios, en la fabricación y venta de armas y en la ocupación de territorios con riquezas naturales como el petróleo, agua, minas, etc.
Estas guerras en esta fase ya no son entre los capitalistas, los imperialistas como lo fueron en la I y II guerras mundiales, sino que ahora estas guerras son de los neoliberales, de los capitalistas en contra de los pueblos en contra de la humanidad.
En síntesis, que este capitalismo neoliberal globalizado, no solo ha ensanchado la brecha entre explotadores y explotados, entre burgueses y trabajadores, sino que está poniendo en serio peligro la extinción de todos los seres vivos y la misma desaparición del planeta. Es decir que toda la humanidad está siendo golpeada, condenada a desaparecer, si no reaccionamos, no nos organizamos, impulsamos propuestas alternativas ante éstas catástrofes y actuamos combativamente, en contra de estos capitalistas, sin mayor dilación.

2.- ANTE ESTAS horripilantes y catastróficas realidades, la humanidad está reaccionando, no como debiera ante la gravedad de los problemas, pero finalmente está reaccionando.
Ante este capitalismo rapaz, voraz, depredador, asesino, se han venido incrementando las inconformidades, los descontentos, las acciones y las propuestas alternativas, muchas de estas propuestas se van quedando en modificaciones superficiales, por ejemplo, nuevas formas de participación electoral, superando el bipartidismo, nuevos regímenes políticos, nuevas constituciones dentro del capitalismo.
Pero también vienen presentando propuestas más a fondo, de críticas al capitalismo actual, a la globalización neoliberal; proyectos no solo en contra de la crisis, sino en contra del mismo capitalismo; proyectos no solo en contra del modelo, del modelo de acumulación, en contra de las crisis, sino en contra del mismo capitalismo hasta propuestas socialistas con múltiples variantes.

Aquí lo que nos interesa, es cuales serian:

3.- LOS FUNDAMENTOS y los contenidos del socialismo por el que consideramos luchar.
Reconociendo que ha habido avances importantes por parte de la humanidad en sus intentos por construir socialismo, como una alternativa al capitalismo, desafortunadamente, la gran mayoría de estos intentos han sido derrotados, regresados al capitalismo, neutralizados.
La Comuna de París, la Revolución de Octubre, la Revolución China, han madurado en medio de guerras o de regímenes militares, por lo que, se han visto obligados a impulsar las luchas armadas, a formar milicias populares.
El gran problema que se ha presentado es que estas luchas una vez que se encontraban en el poder, estos movimientos, no dieron el salto cualitativo, de superar la organizar militar, vertical, caudillesca, en la que un reducido número de personas eran los que discutían y decidían al margen de la participación de las bases.
No se logró pasar la autogestión, la conducción de la producción y de los gobiernos, por productores directos y por el pueblo.
En aras del desarrollo y de la productividad, se jerarquizo la participación en la producción, de especialistas burgueses, con sus técnicas y procesos productivos capitalistas.
No se puso el suficiente interés y cuidado, en darle una nueva orientación a la producción, al gobierno y a las relaciones de producción, lo cual implicaba todo un proceso de reeducación, de elevar el nivel político de las masas, particularmente de los trabajadores, para que éstos fueran los principales sujetos en su impulso, en las innovaciones, en las nuevas orientaciones socialistas proletarias para combatir y hacer a un lado las propuestas burocráticas que fueron las que al final se impusieron, requerimos llevar  adelante criticas de fondo, colegiadas, a todos estos procesos, de intentos de construir el socialismo, particularmente del llamado socialismo real, profundizando en el análisis y las críticas a este socialismo, del cual hay una extensa bibliografía y de muchas caracterizaciones de este socialismo al que muchos estudiosos califican como “capitalismo de estado”, de ninguna manera como socialismo proletario.
A últimas fechas los movimientos democrático y revolucionarios más avanzados en la actualidad como los de América Latina, han tenido logros, bastantes avances por ganar gobiernos, convocar a nuevos congresos constituyentes, elaborar nuevos proyectos alternativos al neoliberalismo, ayudar a resolver muchos problemas de las personas más necesitadas, como mejorar sus ingresos, su educación, salud, e impulsar proyectos ambiciosos como la Revolución Bolivariana, socialismo comunitario, socialismo ciudadano, etc.
Con la nueva ofensiva de los neoliberales, de los capitalistas, han quedado de manifiesto los errores y limitaciones de estos proyectos autoproclamados socialistas, los que no dedicaron toda la atención necesaria para fundamentar sus intensiones antineoliberales, en los necesarios enfrentamientos en contra de los que cuentan con una gran experiencia sobre todo en América Latina. De cómo someter las luchas democráticas y revolucionarias, derrotarlas, destruirlas, despedazarlas y hacerlas cenizas, como ha venido sucediendo desde fines de la II Guerra Mundial, hasta las matanzas y la imposición de las dictaduras militares en los años 60 y 70 del siglo pasado.
Mientras no haya desarrollo en la conciencia política de las masas, mientras no haya conciencia del mismo capitalismo y de su alternativa, el socialismo todos los intentos serán derrotados, como desafortunadamente viene sucediendo en todo el mundo.


M  U  L  T  I  L  A  T  E  R  A  L 

28 de Mayo del 2016

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Nuestro proceso revolucionario
Felipe Cuevas Méndez

Con los escenarios de catástrofe neoliberal del capitalismo se presenta la gran prioridad social de transformación democrática-revolucionaria, imposible sin la lucha de nuestros pueblos unidos en las perspectivas y las acciones, replanteando sus argumentos, sus medios de lucha, sus enfoques políticos, sus posiciones críticas y una amplia red unitaria estratégica de las y los revolucionarios.
La resistencia de los pueblos latinoamericanos no resulta fácil, tanto los regímenes neoliberales como las condiciones generales del capitalismo han empeorado las circunstancias de la lucha de clases; el sistema en sí ha saturado la arena de grandes obstáculos que ameritan respuestas atinadas y procesos afinados para que la lucha de clases tome su decidido cause de rebeldía a más profundidad que todas las luchas acontecidas antes de que se cierren las tenazas de la reconquista yanqui.
Los poderosos erigieron una estrategia de largo plazo que comprende la implementación de sus políticas con el desmantelamiento de organizaciones, movimientos, normativas, gobiernos democráticos, que en conjunto hicieron viables la defensa de sus intereses a pesar de la brutalidad del sistema social capitalista. En este sentido se requieren nuevas y amplias respuestas sobre tanta carga de problemáticas sociales, respecto de las tareas unitarias, los procesos políticos y las múltiples formas de organización que hemos de construir, tanto como en la panorámica que desde el punto de vista revolucionario todavía cabe que figurarse abiertamente pese a nuestras circunstancias temporales.
Así mismo, quienes se asumen revolucionarias y revolucionarios tienen ante sí el emprender una labor mucho más complicada porque sus proyectos sólo comienzan a ver la necesidad de integrarse a las verdaderas condiciones de la lucha, sus necesidades y prioridades. Esto traerá más que un recambio formal; sobre todo a raíz de los acontecimientos de hace tiempo sobre socialismo, y de los acontecimientos que de una u otra manera reposicionaron parte de su postulado para el caso de Nuestra América Latina. Si todavía no se le percibe, pronto será imposible actuar con los mismos métodos y modos de pensar estrechos; definitivamente las circunstancias rebasan y exigen dicha reconfiguración.

¿Copia, versión liviana o creación histórica?

En este tema nos aventajan torrentes de otros análisis de todos los calibres y de todos los gustos, pero quiere la vida que por la constancia del regreso en toda evaluación, nunca sea completamente tarde para introducir otros comentarios.
Pues bien, respecto del socialismo en Eurasia, estamos lejos de haber extraído todas las conclusiones de su experiencia y caída –tan es así que nuevos procesos tienden a cometer aproximadamente los mismos errores–, sabemos de cuánto se han arrimado unas u otras interpretaciones buscando generosamente acercar la verdad o enredarla intencionadamente. Todas, buenas, malas o como nos parezcan, tienen su importancia y su mérito, no riñen con el propósito de aprehender los hechos, recrean condiciones y premisas poniéndose en un cuadro general que llegado el momento los pueblos removerán para aportar a sus causas actuales.
Frecuentemente desde lo que se llama el arco de la izquierda cuesta asimilar desde un panorama multidimensional e integral, que tal amplitud de acontecimientos tuvo sus éxitos y fracasos, sus aciertos y errores, sus directrices justas y sus desatinos, de todo ello se hace la experiencia de los pueblos, como podemos dar fe de la del pueblo mexicano. O particularmente que tan importantes experiencias pertenecen a circunstancias históricas imposibles de repetirse en los mismos patrones o esquemas, quedando primordialmente como acervos incuantificables para aleccionar un tanto los siguientes procesos, pero siempre mirando a estos últimos en sí mismos para que nos aporten los medios nuevos y eficaces de ser consecuentes con el postulado revolucionario.
Por su parte, hoy con más serenidad podemos ver que la lucha por el socialismo allá donde tuvo sus despliegues, no fue cosa fácil. En su momento la tendencia a constituirse en una verdadera vanguardia para los pueblos de su época implicó una firme voluntad de trascender en su auto-liberación, asumiendo su responsabilidad histórica, debido a los logros tangibles en interés de aquellos pueblos. Sus enseñanzas de gran magnitud son hechos sostenibles, sus logros, a la distancia de los años, son significativos para el porvenir. Por esta parte, pese a la propaganda empeñada en la batalla de negación, seguirá resaltando el mérito de su obra; sin embargo hablando de sus problemas decimos que entre las principales tensiones, se reconoce que:

a)      Aquel socialismo enfrentó mucho más que simples enemigos externos y burgueses ultra-reaccionarios que le hicieron la guerra desde la cuna, e incluso en su gestación. Mismos que sin desdeñar su rapacidad, al paso del desarrollo socialista posteriormente efectuaron agresiones sistemáticas a las cuales los pueblos respondieron acelerando el paso y apretando el puño. Opciones que traerían problemáticas de segunda generación, sobre las cuales se recrearon otros entornos donde las fuerzas imperiales nunca dejaron de poner el dedo en la llaga para sacar la ventaja del cazador sobre la presa en que se nos quiere convertir siempre.
b)      El socialismo se vio frente a frente con las fuerzas del capital en la vida diaria, las relaciones de producción, de intercambio y consumo, en donde no siempre sus victorias fueron seguras o suficientes. A estas circunstancias las respuestas se vieron afectadas por refuerzos en lo político, lo ideológico (en ocasiones carente de argumentos concretos) y el control que fueron pasando a primer grado de acción con las inminentes repercusiones a nivel estratégico, erosionando el panorama consciente-organizativo de las clases populares, formándose callejones sin salida en la historia de su movimiento revolucionario.
c)       Jugaron su papel las tendencias del poder profundamente incrustadas y luego reforzadas por las propias acciones estratégicas en la arquitectura estatal y la ingeniería política; en tanto aspectos que tienen mucho que ver con la formación de la sociedad dentro de esa persistente relación de dominación adherida a las relaciones humanas y su reproducción.
d)      Los mecanismos de resistencia en la vida social, como una constante nos plantean que todo paso hacia adelante debe ser correspondido con los cambios de conciencia y de actuar que en aquellas épocas dejaron muchos pendientes como en la sicología de masas e individual, las señales de patriarcalismo u otras que en ocasiones se suele atizar en intentos por negar toda experiencia de socialismo y sus formas estatales.
e)      Sus prioridades internas muchas veces se desviaron del frente de lucha, de la mesa de debates o de las tendencias fundamentales de la lucha de clases internacional, jalando fuerzas de unos a otros extremos. Lo que por más que se atribuya a las circunstancias, no siempre fue atendido con toda seriedad para contrarrestarse.
f)       Sus recaídas naturales en la problemática común de todo movimiento revolucionario como el sectarismo, luchas de poder, oportunismos, esquematismos, puritanismos, burocratismos, corporativismos, elitismos, la falta de comprensión, explicación y atención sobre la mecánica, genética y dinámica de grupos, los cánceres mal atendidos en las organizaciones, u otros enjuagues que supeditaron al movimiento de los pueblos.
g)      Los procesos culturales y religiosos no del todo despojados de la dominación y un sinnúmero de otras cuestiones internas que hacían contrapeso a la lucha por la libertad y la emancipación, tales como los que arrojaba la batalla por la seguridad e integridad de la sociedad socialista; quedaron tal cual a lo largo de los años, sirviendo de palancas que reforzaron las tendencias “naturales” de acumulación del poder. Ya no se pueden dar por sentadas todas y cada una de las inclinaciones de trabajo político, mucho menos sin la sustancia corpórea fundamental que es el pueblo en sus sujetos sociales, sectores y clases combativas. Algunas creencias de toda la vida no han sido ideas de toda la vida, sólo se sostienen, como en el ámbito de la dominación y los procedimientos de organización social, en virtud de determinados procesos que un pueblo revolucionario y sus fuerzas deben poner en tela de juicio antes de apoyarse en ellas como si no hubiese otros cambios reclamando su verificación.

Como resultado, el socialismo sucumbió en esa confrontación, pero aportando un universo de enseñanzas. Efectivamente nos quedó un conjunto de experiencias invaluables de los que cabe apoyarse para remontar las dificultades del movimiento disputando escenarios y espacios en la lucha para que bajo nuevas circunstancias los pueblos logren colocarse en posición de combate revolucionario franco y abierto como suele decirse. Pero el socialismo pasado jamás podría ser un “modelo invariable”, su tenaz resistencia está fuera de duda, su sacrificio puso fin a lo que pudo ser una época de oscura opresión racista-fascista mundial.
Sin embargo, a pesar de todo este bagaje, hará falta más organización fundada sobre las actuales condiciones para la lucha de clases, y no otras que de ninguna manera están presentes, aunque nos pudiesen sonar tan sublimes. Entre la nostalgia y el trasnocho que a veces asoma, trasladar mecánicamente el bolchevismo, la sovietización, el estado socialista habido o el comportamiento de las clases y sociedades tal cual se presentaron en otra etapa de la historia; suele ser sustituto de iniciativas y empuje práctico, se requiere un poco más de imaginación social y proyección de lucha sobre los procesos.
Palpablemente el imperialismo y la burguesía son quienes más sacaron partido de los problemas revolucionarios en la lucha por implantar el socialismo. Lo mismo cabe decirse de las tendencias afincadas en la negación de cualquier logro del pensamiento revolucionario en la acción política o del socialismo en las dimensiones que fue conocido; que supieron aprovechar las circunstancias para sostener sus múltiples posturas de predominio del gradualismo en el proceso social. Fenómenos que debemos cambiar para beneficio de nuestra lucha.
La batalla por el socialismo y el comunismo, sin soslayar sus éxitos, nos permite ver de frente la derrota, aceptarla en sus dimensiones a pesar de la distancia; reconsiderar sus fracasos a la luz de otros procesos y tareas que serán necesarios en la larga lucha contra el capitalismo; sus esquemas de combate alimentarán otras proyecciones más amplias y ajustadas a las perspectivas del proletariado y pueblos de estos tiempos.
Así como las posiciones contrarias al reconocimiento del papel histórico del socialismo que fue, no ayudan a percibir la grandeza y pormenores de esas experiencias; la mirada de nostalgia y ortodoxia tampoco permite aprovechar toda la gama de sus procesos, dificulta desprenderse de las trabas para apreciar mejor la aplicación de cualquier programa revolucionario. E impide aprovechar la creatividad popular, proletaria y revolucionaria en la búsqueda de consolidar nuevos procesos de lucha de clases, resultando una obstrucción a la agrupación de fuerzas, la asimilación de las dimensiones del proceso social o las tareas democráticas y revolucionarias de los pueblos frente a la barbarie reinante. La exhumación y autopsia de aquellos ejemplos de socialismo corresponde a nuevas generaciones revolucionarias en sentido de su espíritu crítico y su apuesta a rendir los frutos que resulten y los servicios que sean requeridos.
Nada descalifica a esos pueblos gloriosos y sus sectores revolucionarios, al contrario, en su propio honor, la lucha de nuestros tiempos no puede ser simple copia. Va siendo indispensable apreciarles en su dimensión humana y consecuente en medio de tantas adversidades de la lucha emancipadora, su ejemplo es grande en todas sus implicaciones, los pueblos la estimarán, aprenderán de ella y sabrán aprovechar mejor que antes su paso por la historia, aprendiendo a administrar nuestras derrotas.

El proceso latinoamericano

Ahora bien, estas no son las únicas experiencias de la historia de lucha de clases, las de nuestra región en los siglos XX y XXI no son de desdeñar en ningún sentido, desde la revolución mexicana al proceso bolivariano, hacen parte de nuestros acervos más próximos. Como consta, los movimientos populares emprendieron grandes batallas contra las dictaduras, el neocolonialismo o el neoliberalismo, e inauguraron procesos democráticos de distinto contenido en Sudamérica y Centroamérica, sin olvidar el periodo del cardenismo. Al paso que la Cuba revolucionaria se mantenía en medio de las amenazas imperialistas y otras estratagemas diplomáticas que duran hasta el día de hoy.
Las conquistas populares que se hicieron presentes a fuerza de grandes luchas son hechos concretos, no obstante los estragos en el proceso latinoamericano de una formación social capitalista dependiente y apéndice del sistema mundo imperialista, muy lejos de haberse fracturado. Jacobo Arbenz y Salvador Allende son nombres emblemáticos de procesos democráticos de lucha puestos en tensión por la disposición de fuerzas de los pueblos, sus alianzas y capacidades desarrolladas, con todo y los resultados catastróficos en que son ahogados por las elites.
Como hasta hoy se cuenta, la guerra de quinta generación que el imperialismo y sus burguesías arguyen y califican de libertad, la llevan a cabo desde hace varios años, teniendo sus fines para socavar los cimientos del proceso democrático latinoamericano, desmantelarlo donde avanza e impedir su florecimiento en donde es posible recrearlo como el caso mexicano. Apartando a nuestros pueblos y desmoralizándolos sobre su perspectiva con fines de resignación al mandato burgués neoliberal, entrando a lo que creen sería una segunda era de renovación imperialista yanqui.
De acuerdo con los inmensos esfuerzos de esclarecimiento sobre este fenómeno de la geoestrategia imperialista, queda mucho por hacer, acciones cuestionen sus ejes con explicaciones todavía más explayadas. Nadie podrá desenmascarar plenamente las guerras de nuevo cuño, instaladas contra América Latina, si no es bajo un prolongado e intenso esfuerzo masivo de concientización y esclarecimiento sobre los objetivos y métodos de saqueo para apoderarse del patrimonio latinoamericano. Hace falta  alcanzar un cambio de conciencia y acción que deba ocurrir en nuestra gran región, que estratégicamente sea capaz de dibujar otro sentido en nuestra historia.
El imperialismo yanqui ha declarado la guerra a nuestros pueblos, es un nuevo tipo de guerra de ambiciones geoestratégicas en que se nos ha situado como fuente de su avidez. Apoyado en la mediática, los lacayos, la destrucción de la vida económica, la subordinación financiera, comercial e industrial, el desgaste político, el aprovechamiento de los errores y desatinos de todo el arco de fuerzas que integran los procesos democráticos o progresistas y en especial de sus gobiernos. En todo ello haciéndose pasar como guardián de la democracia, su seguridad, los derechos humanos y demás conceptos que nos restriegan en su creencia de que le legitiman para continuar el despojo histórico a que nos tienen sometidos, haciéndose pasar como simples espectadores en lo que tienen metidas las patas y manos.
Ante la quiebra de su vieja posición en el sistema mundial decidió cumplir su amenaza a la estabilidad política de varios países por sus razones geoestratégicas, en el supuesto de que este nuevo mundo globalizado es preferible en el caos balcanizado de nuestros pueblos bajo su predominio. Razones de la agresión están en dicho reposicionamiento hegemónico gringo, la rapiña sobre nuestros recursos naturales, la extensión del neoliberalismo, la urgencia de ganancias y la destrucción del “mal ejemplo” en lo tocante a las posibilidades de que se desarrollase un poder popular alternativo.
Estos procesos a su vez enfrentan las resistencias del sistema de dominación interno, a las propias relaciones capitalistas que poco se alteraron, el mantenimiento del Estado burgués, los problemas estructurales de su formación, la democracia anclada en viejos estándares, y las consecuencias de sostener la llamada sociedad de mercado. Si bien las conquistas en materia de políticas sociales tienen grandes méritos, así como la defensa del ideal socialista o de dignificación de nuestros pueblos en la cuestión política y social; los riesgos de no trastocar y superar el sistema del capital en su conjunto son inminentes, pues los monopolios y burguesías locales hacen la guerra a los pueblos incesantemente, especulan con los recursos y sabotean los procesos.
Al tiempo que los espacios de poder conquistados por el pueblo enfrentan retrocesos por la corrupción, la descomposición política y la confusión sobre las perspectivas inmediatas. A estas alturas una enseñanza clásica reaparece, no se debe jugar a la revolución, la falta de contundencia y consecuencia frente al capitalismo es sumamente peligrosa.
Motivos por los cuales existen posiciones inclinadas a no hacer contacto, a rechazarlos tan violentamente como si se tratase de dictaduras, entre otras percepciones descabelladas, que restringen la panorámica acusándolos de procesos socialdemócratas o hegemonizados por estos y líderes populares. Pero decimos, hay que detenerse a reflexionar con la calma necesaria estas apreciaciones, las presencias de todo color pueden causar a algunos grupos todo el resquemor que se quiera, muy respetable, la realidad es que la naturaleza de los procesos es definitivamente estimulante y suficientemente conveniente para empujar múltiples tareas en medio de la efervescencia popular, no se le puede pedir más, lo que aporta es suficiente para trabajar sobre el terreno, simplemente la acción de fuerzas democráticas y revolucionarias debe infundir otros alientos a estas luchas.
El proceso es tal, es lo que hay, sin ensoñaciones, con sus conflictos o contradicciones, surge de unas situaciones. Son procesos de lucha de clases y eso es más que suficiente para adentrarse, levantarlos y contribuirle a que se consoliden en primer lugar, y se superen trascendiendo posiciones de corte revolucionario. Son una de las grandes formas en que puede inclinarse la balanza a favor de las y los explotados y oprimidos, que requieren grandes acumulados de fuerzas experimentadas en la política clasista.
Tan es así la urgencia de que todas las fuerzas le aporten, que en donde hoy día los pueblos siguen resistiendo para preservar las conquistas de sus procesos; de no producirse cambios que radicalicen y rectifiquen sus tareas, que golpeen directamente a los explotadores, opresores, especuladores y corruptos, recuperando el control popular y retomando nuevas formas de poder popular concreto sobre el proceso democrático y revolucionario, la situación lejos de mejorar, seguirá empeorando por la vía del cerco y derrota impuestos desde el centro hegemónico.
Sobre de esto se asienta otra variedad de posiciones, hay las que apuestan a que no haya crítica en dichos procesos; otras esperan la caída de los mismos y suponen que vendrá una revolución pero no explican cuáles son las premisas reales para ello si partimos de que al final impera el desaliento o agotamiento de las bases; también se debaten posturas críticas no constructivas, terriblemente marginadas del campo de gravedad de los problemas medulares del proceso; otras tantas que esperan un reimpulso del proceso pero sin trastocar el estatus de la propiedad privada capitalista y las relaciones de dominación a que conlleva.
En este campo se espera de las fuerzas revolucionarias que su posición sea congruente, por encima de querellas, arrogancias, resentimientos, escozor o incomodidades puritanas de cualquier tipo. Visto con más instrumentos analítico revolucionarios del desenvolvimiento de la dialéctica social, el hecho de que un proceso democrático sea más o menos radical y consecuente, está en correspondencia no solo de quiénes lo protagonizan en una primera línea, sino también de las fuerzas que le rodean, en especial de aquellas revolucionarias y sus capacidades de acción para empujarlo hacia la izquierda.
Se espera de las organizaciones revolucionarias que dimensionen correctamente su proyección estratégica revolucionaria en las condiciones reales que presentan sus fuerzas. Que sean serias, que planteen clara y decididamente su posición o bien manifiesten con hechos congruentes su consecuentes con el proceso democrático latinoamericano, pues sigue siendo una brecha por donde atender lo que consideran sus tareas de combate que de ninguna manera cuestiona sus posiciones estratégicas.
Las contradicciones de dicho proceso son las de una época de conflictos sociales, pero a su vez, las de unas circunstancias y posibilidades de acumulación de fuerzas aún no superada, en que persiste la alianza ineludible con progresistas y demócratas. Aunque se hayan desarrollado importantes liderazgos, a estos procesos se llegó no por la decisión de algún líder, sino en virtud de las condiciones y fuerzas de sus pueblos, de las clases y sectores que le dieron impulso, y obviamente, de la contraposición frente a las clases opresoras; pero sus metas están lejos de haberse alcanzado, por lo mismo cargan de posibilidades un nuevo proceso revolucionario más radical que el precedente.
No existe movimiento popular que pueda ser desechado, al menos para quienes frente a la realidad, dignamente se asumen en el bando de los explotados y oprimidos. En este mismo terreno se juega en México las posibilidades de desarrollo del potencial revolucionario. Creemos que del seno del movimiento popular es que debe cultivarse la formación revolucionaria más que seguir con el viejo patrón de que algún grupo iluminado ha de llevar a cabo la revolución.
El proceso revolucionario será obra del pueblo, es en su seno que se decidirá sus características y alcances, la organización revolucionaria y sus principales características. Son las espantosas condiciones del capitalismo mundial y en México, de crisis e incertidumbre en el futuro, de miseria y explotación, de opresión y violencia; las que dan lugar a nuevos movimientos amplios y flexibles, diversos y contundentes para la lucha de clases con replanteos para la fuerza revolucionaria sobre su accionar, sus capacidades y sus adecuaciones a las circunstancias. Pero sin duda alguna el pensamiento revolucionario que potencie esta labor es requerido con urgencia y flexibilidad.
Esta cuestión se formará de diversos procesos que logren afianzar la perspectiva revolucionaria del pueblo mexicano por el socialismo en oposición contundente al capitalismo, los monopolios y el sistema de dominación que se padece. Que puedan y sepan aprovechar los recursos que la lucha les da en todas sus formas o alcances, que recuperen las nociones centrales de conciencia, fraternidad, solidaridad y vida revolucionaria sin el terrible lastre del caciquismo político, la burocracia partidista, las tendencias de poder de grupos, los ajustes de cuentas, los vanguardismos discursivos, la dirección de membretes, el escaso trabajo político, el acomodo en las estructuras, la ambición de recursos y el alejamiento de las bases sociales.
Así entonces el pensamiento revolucionario inaugurado por Carlos Marx es lo suficientemente amplio para impulsarnos en los principios más justos de la labor revolucionaria, no los tradicionalmente manoseados, sino aquellos que verdaderamente dignifiquen el nombre de una organización revolucionaria venida y arraigada en el seno de los y las oprimidas.
Los movimientos y procesos de lucha surgen a cada paso en medio de las agresiones del capital y su régimen, foguean a las clases populares, ilustran potenciales que las y los revolucionarios debemos explorar, en las que tenemos que apoyarnos más resueltamente venciendo tantos dogmatismos ante los retos que la actual complejidad del sistema nos exige.

El pensamiento revolucionario

Cuán importante es el aprendizaje de esta historia de la lucha de clases está fuera de duda, para nuestro pensamiento. Sobre de esta perspectiva en él se destacan:

a)      Las aportaciones que hombres y mujeres dieron a la formación de nuestro pensamiento revolucionario.
b)      El desglose de estudios en tantos campos sociales, económicos, humanos, filosóficos, organizativos, metodológicos, investigativos y científicos.
c)       El inusitado debate histórico de tantas fuerzas que de manera masiva contribuyeron en la teoría y la praxis del socialismo.

Resulta incoherente con el propio carácter del discurso revolucionario seguir catalogando por escuelitas de fe en aras de tendencias dogmáticas, liberales o del tinte que sean, filtrando y limitando todo lo que por sí mismo en su conjunto representa una proyección de horizontes para los pueblos.
Asimilar esa bastedad requerirá otros tiempos, reclama una actitud crítica y cuidadosa, porque no es un borrón, ni mucho menos un grabado de algo dado en una sola versión de los hechos; sino la reabsorción consecuente, ponderada, propositiva desde el principio de la formación del marxismo. Se trata de un asentamiento en la envergadura de sus premisas y de ahí en adelante la constatación contextual de las cosas, sus hechos inevitables junto con los previsibles, el porqué las cosas han ocurrido de un modo o de otro, pasando a la cuestión de que aún es mucho más lo que hay por hacer sobre el futuro de nuestra humanidad en la batalla contra la dominación social.
Particularmente nos cabe subrayar que esta teoría se ha desarrollado más allá de lo postulado por un conjunto de grandes figuras como categorización patriarcal antropológica y religiosa de lo que han sido sus fundadores o desarrolladores y su rol. Aparte de la mención de tantas personalidades contribuyentes y el ejercicio de toda forma de acción que forjó experiencias y postulados; el pensamiento socialista tiene sus resonancias en otras fuentes que a la vez servirán de nuevos atesoramientos, así en esta lógica el pensamiento social general también es fuente de abastecimiento para el pensamiento revolucionario. Lo cual nos conduce a movilizar y replantear el pensamiento revolucionario aun considerando sus concreciones, como producto colectivo y socialmente impulsado en la historia como visión consciente de las y los oprimidos, capaz de nutrirse de todo cuanto se le presenta en su marcha o cuanto ocurre en la vida social.
Un pueblo combatiente puede asimilar su pensamiento revolucionario enriqueciéndolo de sus experiencias y otros baluartes; con sentido abierto corrige sus errores, resuelve los dilemas en aras de asegurar el principio de consecuencia. Sobre la base de las resistencias de la lucha de clases y la aspiración a recuperar la ofensiva estratégica, el pensamiento revolucionario será capaz de nutrirse en su autocrítica y redimensionar sus planteamientos, construye su arquitectura, reorganiza sus ideas y se aventurará a la conquista de un lugar firme frente a las realidades de hoy.
La teoría revolucionaria se asimilará en otras condiciones, flexibles y amplias, profundas y a la vez eficaces, como el acervo y guía que es, sin mandamientos rígidos preestablecidos del tipo de aquella mala copia del conductismo que durante mucho tiempo le atrapó en sus procesos de formación y guía; o de la ósmosis del positivismo que mermaron sus defensas de teoría indomable. Es necesario que en la construcción de organización revolucionaria su estudio o formación se despliegue sin ataduras, que inspire y provoque apetitos ante los desafíos del porvenir, sin dejar todo en un abc o en determinadas interpretaciones sobre la protección devota de tales o cuales textos, sobre el culto de tales o cuales experiencias.
Hoy de cara a un proceso democrático y revolucionario urgente, que cierre el paso al capitalismo imperialista, los pueblos, las clases explotadas oprimidas, los sectores en lucha, las revolucionarias y revolucionarios, requerimos de todo el arsenal en la combinación de sus formas, porque los procesos y sus desenlaces tienden a ser multiformes en las dimensiones de la lucha de clases.
Nada puede quedar fuera de su procesamiento y apropiación, como nada puede ser elemento exclusivo, requerimos del equilibrio del análisis crítico revolucionario para verterlo también en esto que es nuestra materia de formación, lejos del alcance de toda suerte de denostaciones, prejuicios, rechazos o reconocimientos circunstanciales de los “méritos ajenos” que tienden a restringirnos en esta reapropiación consciente y necesaria.
Demandamos una constante formación abierta y responsable, lo más masiva y lo más exhaustiva posibles, homogénea en su esencia y diversa en sus formas, con lo que indudablemente saldrán cuestiones a relucir. Es decir, tendremos aspectos que se despejarán; planteos que la realidad contrastará; elementos que quedarán en un debate reiterado; interrogantes y conflictos que reclamarán pasos prácticos que los despejen, consideraciones de lugar y contraposiciones de sustento no prejuiciadas; u otros fenómenos que serán motivo de preocupaciones y tareas futuras.
Pero valdrá la pena avanzar en el sentido emancipador que oriente la lucha fundamental que se propone: las proyecciones programáticas, estratégicas, solidarias, de acción contundente, asequible e indispensable a nuestro pueblo, una teoría expresiva de los sentimientos del pueblo, y de visión orgánica revolucionaria de nuestro mundo; medida en la cual nuestro pensamiento revolucionario se hace universal.

Organización revolucionaria

A la luz de las condiciones y batallas dentro del capitalismo contemporáneo, la organización revolucionaria que ha de forjarse como extrema necesidad de la lucha de clases será proletaria por su eje orientador y popular por el despliegue de sus fuerzas constituyentes, cargada de juventud, impulsada por mujeres combativas, alentada por la clase obrera, vigorizada por campesinos y campesinas, animada por la intelectualidad revolucionaria, enraizada en los pueblos originarios; en definitiva una organización donde nadie quede fuera. Ni duda cabe que en ese sentido se echará mano de nuevas formas orgánicas cuadros-masas para armonizar y cumplir sus propósitos en las escalas o ritmos que la situación imponga.
Una organización o una serie de organizaciones de esta naturaleza, deberá superar las viejas estructuras de dominación por donde ascendieron procesos de integración de lo que se dio en llamar clases políticas o políticos profesionales que hoy poco sirven al proceso revolucionario. Por principio habrá de combatir la partidocracia, la política de grupos, la formación de tribus, la burocracia, las histerias antidemocráticas, las poses contra-unitarias, y a las relaciones de poder deformadas en posiciones de pugna por ascensos y tendencias sobre las estructuras, que por su finalidad y propósitos se deben a la causa revolucionaria y al pueblo en lucha.
Para que esta organización de las y los revolucionarios se atempere es imperioso vigilar y auto-orientar sus procesos organizativos continuamente, tenemos sobrados malos ejemplos de autoritarismos, indisciplinas, sectarismos de las direcciones, opresiones, malos manejos de la labor, u otras rigideces. Por lo tanto debe marchar como ente colectivo a la definición de sus sistemas organizacionales, criterios y mecanismos que rijan su desempeño general, para que la vida interna de sus militancias la colme de fraternidad consciente y revolucionaria. Esta cuestión debe contemplar:

a)      Nuevas precisiones de acción democrática, en que las y los revolucionarios expresen sus posturas, decisiones, deseos, esfuerzos, derechos; de manera voluntaria, participativa, protagónica, consensual, asamblearia, en correspondencia a sus medios organizativos. Una democracia que sea palabra sagrada a nivel militante y estructural, no sujeta a manipulaciones, rigurosamente regimentada por candados antiautoritarios y anti-impositivos.
b)      Que sea manifestación clara del ejercicio cotidiano del poder colectivo, donde cada debate, cada resolución sea asumida con sentido ejecutor, consecuente para el que se establecen medios de organización y dirección ajustados al proceso de movilización acertada de las fuerzas con que se cuente. Ordenando los distintos poderes, responsabilidades y labores en las formas precisas que involucren a la generalidad en la asunción consecuente de su rol; siendo de su permanente competencia la remoción, promoción, crítica, autocrítica, control, de sus instrumentos de organización, para lo que amerita de nuevos medios, reglas y prácticas de su pleno ejercicio, la inspiración de formas para la observancia de sus principios, más allá de sistemas y ordenanzas.
c)       La inspiración de una organización del proceso revolucionario y la sociedad libertaria que de este derive, partido propiamente abocado a todas las formas de la lucha del pueblo, que contribuya a la identidad proletaria y conciencia de clase aplicada extensamente. Que rompa con la vaga creencia de ser una organización de activistas, sin dejar de aportar a este rol, que logre trascender como organizador y partícipe de primera fila, respetuoso de otros liderazgos, protagonismos, instancias u organizaciones. De esta manera se trata de una organización que es formada y formadora por/para el pueblo, entrelazada en funciones clasistas y populares, un partido formador, que especialmente asuma el factor educativo como ardua labor en el seno de los movimientos, apoyando y poyándose con las fuerzas que así lo consideren.
d)      Volver a las nociones de enajenación para descontaminarlas de procesos ideologizantes en que deja de apreciarse fenómenos sociales que son más que simple enajenación, expresando otras relaciones de la vida social contemporánea que continuarán más allá del sistema que las utiliza. Además de pensar en incorporar otros aspectos como la alienación o la invisibilización, con los cuales curarnos de espantos sobre “lo correcto del discurso”, entablando otros debates sobre cómo derrotar las posturas de falsos antagonismos idealizados cuando no se escarba en la complejización social.

Para todo hay que darnos tiempos, espacios y ambientes donde practicar la autocorrección. En este desarrollo, de un nuevo tipo de cierto centralismo democrático revolucionario, de poder proletario-popular interno y explayado, de preservación de los instrumentos políticos de lucha, de atención prioritaria humanista, persuasiva que cuide y aliente sus militancias y vínculos; lo principal de la organización revolucionaria está en su condición natural de ser y estar en el seno del pueblo, de construirse por/para las clases y sectores oprimidos, que se inspire en la clase social orientadora del sentido revolucionario frente al capitalismo.
A continuidad se le exige un proyecto revolucionario claro y eficaz para infundir vigor y certeza en la lucha que se propone. Dicho proyecto tiene muchas vertientes, ni duda cabe, no hay uno que sirva de modelo ideal para afrontar retos y procesos, aunque algunos aportan aspectos nodales como la vigorización de la noción del socialismo humanista, democrático, de cohesión del pueblo, que resuelva el problema de la libertad y las libertades, de poder popular-proletario a todos los planos e instancias sociales; siempre debe trabajarse sobre la base de nuestras condiciones históricas, incluyendo perspectivas, guías de acción, tácticas, políticas, posiciones, pero especialmente, su profunda defensa de los intereses proletarios y populares frente a toda forma de agresión.
Necesitamos por supuesto un partido que salga de sus cuatro paredes, que deje de enfocar su lectura del marxismo como religión interna, que no haga de su autoconsumo su modo de vida donde el revolucionario deja de ser tal para amoldarse a la rutina. Que no pretenda autosatisfacerse en la ideología afirmando que todo está dicho, que maneja “los hilos de la revolución”, que no hay terreno sin explorar en cuanto al pensamiento revolucionario. Más que secta religiosa nuestros pueblos requieren de una amplia organización revolucionaria. Es necesaria una organización que se descargue en un trabajo y modo de vida gratificante como movimiento revolucionario en el pueblo, en sus clases y sectores, en sus acciones cotidianas y sus combates grandes o pequeños.
Todo lo cual nos insta a desarrollar una amplia teoría y práctica de la organización revolucionaria y del poder revolucionario que germina en el pueblo mexicano. Para esto es que las formas de integración de fuerzas propositivas en tal construcción deben decidirse, reflexionar sobre los medios estructurales y la política organizativa que asiente sus principios de trabajo.
Nuestros esfuerzos requerirán de una formación permanente en el pensamiento revolucionario, de su concepción como elemento en constante cambio, sin debates acabados ni represiones del pensamiento. El pensamiento revolucionario no se agota porque se constituye para y por los cambios sociales, finalmente estos son requeridos permanentemente por las sociedades para su liberación.
Las estructuras orgánicas que llegado el caso serán posibles y necesarias deberán afrontar la tarea de reconstituir tal organización pasando en primera instancia a la formación de consejos populares, colectividades y células integradas en los procesos de lucha, incluso en la figura de una dirección que represente dignamente todas sus fuerzas. Tal consejo popular general es necesario que se le determine cuáles son las prioridades orgánicas de su constitución, es decir, más que arrimarle un conjunto de revolucionarias y revolucionarios sin especialización, profesionales del discurso, debe constituirse por representantes alternados, promocionados estrictamente desde las militancias denominadas de base, con funciones específicas de acuerdo al mejor fruto que puedan rendirnos prohibiendo las relaciones de poder y las disputas por espacios en torno a los liderazgos, pues en todos los casos nos debemos a unas labores de lucha, con firmes instrumentos dotados de poder de control regular sobre su desempeño.
En todas las áreas en que se requiera estructuras de dirección de nuestros procesos estas deben brindar sus servicios de proyección global y sostenida de la organización (en el entendido de que la principal labor está en las bases de combate) ante los riesgos de que se repitan procedimientos por los que las estructuras terminan dominando y hasta oprimiendo a sus militancias.
Las llamadas estructuras no deberán suplir o anular la vida revolucionaria, si bien constituyen instrumentos de esta, el despliegue verdadero del proceso está en el seno de las clases populares y su acción, para ello se requiere desconcentrar “cuadros” que pueden cumplir mejor su papel activando en su seno, formando, impulsando, aconsejando, combatiendo, forjando estrategias. Abanderando sin tantos procedimientos burocráticos que congelan la más sencilla iniciativa, para estar a tono con la alta interacción de los movimientos y sus sectores en las nuevas dinámicas de la lucha de clases exigente de una fluidez sin límites en la conducción propia de sus luchas.
Con respecto al llamado estatuto, son instrumentos necesarios, más no deben ser una camisa de fuerza, sino sano instrumento de procedimientos en valoración ponderada de quienes luchan; como tales instrumentos, no deben decretar la vida y la muerte de una organización y sus militantes. Porque en la experiencia lo que se ha visto es que se usa más que todo la parte sancionatoria, la condena o el ajuste de cuentas por sobre los correctivos y la persuasión hacia la toma de conciencia. Por ello se requiere una normativa de cómo regir dicha organización (lo asambleario, las direcciones colectivas, la democracia, las relaciones entre revolucionarias y revolucionarios, y los procesos de articulación interna) de manera muy sencilla y estudiada para cuidarse y transformarse.
Cabe una ruptura respecto del planteamiento de la arquitectura militante, el carácter y formación de las revolucionarias y los revolucionarios. El pueblo mexicano requiere de militantes desprendidos, tan consecuentes como abnegados en la asunción de un rol congruente con sus intereses. Militantes con humildad, conscientes de su papel, amantes del trabajo, honorables en su moral y entereza, que sean pueblo, entusiastas, que enaltezcan los esfuerzos de éste, sin soberbia, vanidades, elitismos o prepotencia, siempre solidarios; sólidamente arraigados en los sentimientos del pueblo y su comportamiento, con los pies en la tierra. Que estimen la inteligencia popular, que sean sensibles a sus reclamos, sus recomendaciones y llamados, para que algún día ser dignos y dignas combatientes del pueblo, ejemplos de un nuevo tipo de liderazgo individual y colectivo.
Las revolucionarias y revolucionarios son gente de nuestro pueblo, luchadores salidos de sus clases y sectores oprimidos que asumen un compromiso político de empujar todo esfuerzo hacia las transformaciones revolucionarias. Que sean juiciosas, abnegados, pacientes ante las dificultades o problemas generales del movimiento proletario y popular para asumir sus retos, que se den el tiempo necesario para evaluar las condiciones y apreciar otras perspectivas. Que se asuman obligados a una continua formación política, cultural y de los campos en que se desempeñan, debemos dejar de ser improvisados en todo cuanto queremos abordar, y luego dejar de pretender que tales improvisaciones sean el plus de nuestro desempeño; de lo contrario el movimiento revolucionario no estará a la altura de los grandes reclamos populares y los nuevos contextos sociales.
Hay que ser ejemplo de dignidad, de lucha y fraternidad, conscientes de la naturaleza de la sociedad capitalista, solidarios con las otras fuerzas y los distintos movimientos del pueblo. Primeros en proponer y asumir tareas de combate, suficientemente maduros para reconocer errores propios y aciertos de sus camaradas u otras fuerzas. Forzados a superar cualquier resquicio de las viejas posiciones problemáticas, sectarias y divisionistas, sean siempre tendientes a resolver cualquier conflicto interno sobre los principios de integración, corrección, unión y amor a la colectividad. Una militancia con pertenencia de clase, fundida con su comunidad.
A su vez, las direcciones que se constituyan tienen que evitar caer en la formación estructural a la que se han visto sometidas, abrir bien los ojos para derrotar los esquematismos y otras limitaciones generalmente auto-encubiertas por el prejuicio del anatema revisionista, una respuesta automática de nuestras incapacidades, carente de contenidos, frente a lo cual se debe remover la costra propiciando toda la cura que requiramos. Entre muchos asuntos se debe asumir el contexto histórico revalorando lo que en su planteamiento resulta una recreación de condiciones variables sujetas a nuevas consideraciones de la misma perspectiva que nos trae aquí.
Mecanismos agarrotados de secretarios, secretariados, burós, comités centrales, que pues derivaron en procedimientos que restringen o coartan debates y decisiones, disuelven los poderes colectivos sustituyéndose por las imposiciones y medidas restrictivas de grupos tendientes al privilegio de poder político interno; que definitivamente en su momento fueron impulsores de grandes desarrollos político-revolucionarios de organización y lucha, mas ahora cabe reflexionarlos, debatirlos francamente, mesurarlos y modificarlos sustancialmente teniendo presente las necesidades de organización, dirección, cohesión y estrategia colectiva.
Por algo toda la vida se propuso que se integren como suele decirse, de abajo hacia arriba e inviertan su vida regular; aunque es un principio violado sistemáticamente por las organizaciones que se consideran vanguardias de su parcela, es una norma que debe tratarse con la suma disciplina y responsabilidad. Se ameritan candados y controles, deben tomarse como medidas válidas, en cierto modo son garantía de que siempre renovemos de verdad el carácter de la organización, administrando con sabiduría las posibles victorias en estos campos.
En consecuencia con estas cuestiones, si en otras circunstancias se vuelven a requerir viejas herramientas orgánicas, no hay que dudar en aplicarlas, bastará con fomentar los debidos medios para mantenerlas en la dinámica más justa posible. Habrá de ser un proceso de desarrollo político clasista natural pero orientado, en el que se alcancen las soluciones satisfactorias de organización, colaboración y liderazgo, que en el entusiasmo de la lucha popular e integración de una militancia fresca en conjunción de fuerzas más maduradas; lleve a un asiento de medios democráticos, persuasivos, consensuales y colectivistas.

Sobre el plan de acción estratégica

La elaboración del plan de acción estratégica del proceso revolucionario es una entre tantas de estas tareas, pero no debe desestimarse su importancia; abundan los programas que nos llevan hasta el socialismo y más allá, unos buenos otros medio mesiánicos, sin embargo son solo tinta en el papel, letra muerta porque sus protagonistas se dedican a otras cosas y no concretan la alternativa por su celo de pureza, sienten asco frente a las formas prosaicas del movimiento por no ser marxista-leninista, consideran que no se adecuan a los fines revolucionarios, les hacen el feo y se apartan. Obreristas sin obreros, que menosprecian todo cuanto no traiga botas mineras y casco, aunque seguramente darían negativo en una “prueba de pureza”; poco se ven en el espejo de que en general las organizaciones revolucionarias en el país se han constituido de sectores no proletarios, lo cual no es una crítica, sino un simple hecho que encarna las terribles dificultades y a la vez cambiantes condiciones para nuestra labor.
Requerimos de obtener el máximo provecho en cada lucha, muchas veces es el refuerzo directo de la organización revolucionaria, la mayoría de las ocasiones es en el aporte al desarrollo de los procesos democráticos, otras tantas circunstancias en forma contundente marcarán nuestro paso acelerando los acontecimientos y sus resultados bajo un principio a la integración que hay que promover constante y resueltamente. En cualquier caso las y los revolucionarios comunistas aportarán su granito de arena a que el pueblo adquiera confianza y voluntad de poder para transformar el país en las condiciones y formas que se le presenten. Pero toda organización debe abonarse un apoyo, mal quedan las revolucionarias o revolucionarios que sigan despreciando las luchas de otros sectores, el horno no está para bollos como dicen por ahí, tenemos lo que tenemos y sobre de esto construiremos no solo lo que queremos, sino lo que necesitamos.
Hay que cambiar eso, tal plataforma debe ser concreta, atractiva, comprensiva, sinergética en la combinación de fuerzas, y profundamente estimulante de las mentes y corazones de nuestro pueblo, que donde sea conocido sea apreciado como una declaratoria de lucha y de esperanza sobre el destino político, económico y social del país. Que toque las fibras de las clases explotadas y oprimidas, que descifre sus urgencias, sus necesidades y sus posibilidades históricas; es una gran tarea que debe sumir en sus manos la próxima organización revolucionaria que logre salir adelante, cualquiera sea su forma concreta.
Como bien quedamos ubicados, todo esto se dificultaría enormemente cayéndose en dispersiones sin un correspondiente plan de acción estratégico. Un plan fuera de formularios, que englobe dichas características del trabajo revolucionario y las plasme en las rutas de victoria política.
Sobre este plan decimos que partimos de unas condiciones de lucha en que diversas fuerzas compiten por avanzar en la organización popular, además de la presencia de tendencias democráticas que aunque generalmente reflejan posiciones incongruentes o escasamente precisas respecto del combate al régimen neoliberal; resisten y aglutinan a importantes sectores populares. Que sin duda presentan opciones de combate en el plano electoral, pudiendo servir de medio para que las fuerzas revolucionarias avancen en algunos aspectos de difusión y organización masiva nacional, regional y localmente.
Del mismo modo los movimientos populares presentan amplias posibilidades de desarrollo propios y para las tendencias revolucionarias, pero el trabajo debe modificarse para tales efectos, pasando a ser preponderante la solidaridad, el respaldo y la labor conjunta por cumplir sus fines organizativos y de lucha, medida en la que se pueden potenciar con flexibilidad nuestras tareas particulares conectándose armónicamente con el movimiento general.
El proceso democrático que otras fuerzas pueden impulsar sobre la base de la existencia de un amplio movimiento de masas en el país es una primera vía de combate nacional de la que con todo que se especifiquen sus claras limitaciones; debemos retomar en nuestras manos y bregar por posicionar las fuerzas populares y revolucionarias.
Serán muchas las acciones a implementar, estamos todavía lejos de contar con la capacidad de describirlas en su detalle, sin embargo todo parte de una premisa fundamental, bregar porque dichos procesos cumplan con sus tareas en el escenario de la lucha de clases. Para que esto ocurra la fuerza que se asuma responsable debe hacerse presente y partícipe, no hay más.
Estando dispuestos y dispuestas a lidiar con las incongruencias de la socialdemocracia; como fuerza revolucionaria, la cuestión es que dicho proceso democrático existe más allá de sus propias interferencias en una disposición de fuerzas frente a un enemigo políticamente desgastado. Estos procesos democráticos son muy amplios y frecuentes en la historia política del capitalismo y la lucha de clases –particularmente en Nuestra América Latina–, pueden servir de impulsores de ascensos de combate, pero esa es una cuestión de “capitalización”, de que los pueblos en sí mismos bajo tales procesos aprendan a sortear el oleaje, de tal suerte que se apoyen de este para que la consciencia del pueblo, su clase  y sectores revolucionarios se proyecten en la acción política.
Por su parte el proceso revolucionario, es por ende, democrático y revolucionario, es un momento al que debemos marchar, preparados, cumpliendo las inmensas tareas previas de trabajo sencillo, que predispongan a amplios contingentes en su voluntad de lucha y de poder de clase proletario y popular. En medio de las complejidades políticas del sistema, dicho proceso determinará las formas de la revolución, la transición en sí misma, nosotros no nos atamos a un mecanismo particular de hacer la revolución, sabemos que la historia suele dar saltos vertiginosos, en esto todas las formas de lucha son válidas y necesarias, todas valen ser promocionadas sin detrimento de ninguna. Hasta las propuestas de rutas de lucha merecen ser consideradas en su conjunto (inclusive para el trabajo político entre la clase), para que en su momento quepa decidir sus pertinencias o conveniencias en el paso inmediato, de manera consulta, colectiva y consensuada.
Un conjunto de estas formas permitirán el reposicionamiento del movimiento obrero y popular, socialista y comunista, revolucionario en su esencia, ante la cuestión ineludible de la toma del poder, por lo tanto debemos manejar cada una de las formas del combate de clase porque llegado su momento serán verdaderos puntales del proceso. De igual manera, aprendiendo de la nueva generación revolucionaria y a la vez adiestrándola en estos menesteres que habrán de presentársele, ya que en ella confiamos nuestra certeza en la victoria estratégica para que los pueblos de México tomen, construyan y transformen el poder en pieza clave de su emancipación social.
La lucha revolucionaria de hoy incita a la trascendencia en todos los factores actuantes, partido, pueblo, organizaciones, clases, sectores, teoría, praxis, militancia, táctica, estrategia, política y en el conjunto de las relaciones revolucionarias. Sobre estos cambios de nuestra visión, hoy nuestra labor debe reconfortarnos en seguras relaciones de fraternidad, camaradería, comunidad, perseverancia, formación y solidaridad.
Estamos en condiciones y necesidad de crear entre muchas fuerzas conscientes, toda una red organizativa con estas y más cualidades revolucionarias, con las suficientes medidas, pensamientos e instrumentos para que sean coherentes y certeros en su propósito de forjar un nuevo partido instrumento del pueblo y el proletariado, audaz e innovador en la lucha de clases por el socialismo, movilizado hacia el punto de no retorno, el proceso revolucionario, la cohesión de los factores revolucionarios, y la revolución política, económica, cultural, social que sepulte el capitalismo imperialista.

Levantar un programa para la victoria popular

Ahora, nos permitimos hacer algunas reflexiones en torno a lo que debe proponernos un programa revolucionario para los pueblos de México. No tratamos aquí de la enésima proposición de tal programa, nos referimos directamente al necesario cambio de planteamientos sobre el tema, la propuesta socialista comunista, de sociedad libre amerita desarrollarse desde cualquier ángulo izquierdista o revolucionario que se le mire. Como hemos dicho, hay muchos programas y en resumidas cuentas nos dan ideas de perspectiva; pero en todos ellos está ausente el protagonismo del pueblo, debido a una pesada tradición sobre su génesis, no logran desprenderse de la naturaleza de su constitución un tanto enclaustrada, resultando ser como descargas que entes divinos nos traen para entrar al paraíso. Pues quiérase o no, reflejan esas viejas palancas ideológicas entre sujetos pasivos y sujetos activos, a veces de complicada comprensión para el común de las personas, de escasa trascendencia cuando se revisten de demasiadas propuestas sobre el papel, o de difícil manejo para la agitación política, terminando en materiales de consumo interno para las organizaciones que los levantan.
En este momento del debate aflora la necesidad de precisión sobre lo que respalda a dicho lineamiento programático. Esto es, sus motores por encima de sus propuestas, más que circunscribirnos a un conjunto de reivindicaciones, hay que hablar primero del para qué tales reivindicaciones, directo al tema, sin divagaciones sobre la remembranza de toda la historia social, para eso otro pueden hacerse diversos tipos de materiales. De tal suerte que a partir de aquí plasmarnos el argumento sobre el cual no sólo subrayamos “x” posiciones, sino que además nos expresamos sobre los contextos sociales e históricos que alientan nuestras propuestas; esto sería por ejemplo:

1.       Aceptar las modificaciones pertinentes en la adopción de un programa de corte revolucionario, que vienen impuestas por el proceso social general de la vida humana en todos los ámbitos de la acción social hoy extendida a planos culturales, ecológicos, sexuales, económicos, estructurales, clínicos u otros, entrecruzados en las relaciones políticas y sociales. Cambios que no basta con reconocerlos dándoles un punto marginal, o una colocación floreada para certificar cierta actualización, cuando ameritan una comprensión minuciosa de sus características a la vez de un replanteo general para que encuentren la conexión orgánica en el conjunto de nuestra perspectiva. Cambios que exigen salidas por la vía popular para solventar acuciantes problemáticas concretas sin las viejas poses salomónicas o mesiánicas.
2.       Las recomposiciones del paradigma socialista-comunista sobre las tareas complejas de emancipación en todos los tópicos. Que lo llevan a otro desarrollo de posiciones, la diversificación argumentativa y la recreación de planteamientos para el actual espectro de la vida social. Esto es en casi todos los órdenes que deban regir sus procesos transformadores, desde la dominación y el poder, hasta la atención de la subjetividad individual o colectiva, la floración de lo emocional, y los infinitos problemas objetivos de la construcción socialista particularmente. En todo este horizonte deberá alzarse nuestro pensamiento revolucionario valorando a fondo sus nuevas integraciones en un universo conceptual, político y filosófico más apto para el combate a la formación social capitalista, y especialmente más forjado para servir de instrumento en la nueva sociedad, reconfigurando su práctica y su teoría las veces que sea necesario en función del interés supremo de nuestros pueblos.
3.       Las nuevas implicaciones de una sociedad no antagónica pero persistentemente sometida a conflictos entre el viejo orden y el proceso de liberación es una batalla intergeneracional que apunta a dejar atrás la inercia ya vista de atribuir al enemigo físico derrotado toda la gama de problemas habidos y por haber. Esta denostación hace un grave perjuicio a la causa puesto que pierde la perspectiva de que es en el seno de la nueva sociedad donde se cultivan y dirimen múltiples problemáticas de su formación liberadora ciertamente obstaculizada por su propia historia. Pero también se constriñe tanto porque se lidia con elementos de manejo tan necesarios como inevitables de un poder instrumentado a todo el ámbito organizativo que resultará extremadamente complicado y peligroso; y tanto como, por la falta de amplios medios propios que recreen un nuevo tejido social hecho para las necesidades recién propiciadas. Por lo cual es una transición histórica sujeta a acciones vertiginosas y a otras lentas maduraciones de soluciones prolongadas que requerirán inmensos esfuerzos, acciones diversificadas, algunas ya ensayadas y algunas más que requerirán talentos, inventivas y cambios en nuestros parámetros.
4.       Los reacomodos o descartes de consignas tomadas a rajatabla, que hoy día quedan flotando sin sustento ante nuevos hechos, tales como las formas de propiedad social, el sentido del poder, el combate a las expresiones de dominación en todos los terrenos, las tácticas unidimensionales, o los estilos de dirección, consenso, derechos populares de nueva generación y expresiones desarrolladas; para la más amplia democracia posible y obligada. Hoy día la extensión del proletariado más allá de la clase obrera industrial plantea la formación desde debajo de otras vías e instancias de constitución de su poder que no pueden restringirse a los antiguos soviets y sus formas generales de organización. Los ritmos sociales asientan otras premisas de inserción del proletariado y los pueblos oprimidos derivadas en comunas, colectividades, estructuras más flexibles, autonomías e incluso consejos populares integrados por varios de sus sectores que proyectan medios más horizontales y eficaces en el ejercicio del poder clasista directo. Pero esta es sólo una particularidad, que no renuncia a aquella experiencia, simplemente propone aterrizarla en un contexto más amplio en que puede concurrir con otras más para que suceda donde mejor convenga de manera más fluida en la aplicación de la democracia proletaria y popular así como rescata el precepto anterior de comuna y asamblea, caso este que ha sido relevante en la organización de pueblos, sectores y movimientos de México y otros países.
5.       La recompostura de nuevos criterios en sentido del hacer la experiencia, la cual enseña, acierta, pero también suele errar en el camino, adaptándose la otra sociedad a canalizar y fomentar múltiples pautas, novedosas, profundas, cuidadosas; donde a pesar de los tropiezos, las clases populares siempre tengan medios de rehacerse sin tener que sucumbir por completo al retroceso capitalista. Que en la posesión de múltiples instrumentos políticos, económicos, militares, sociales y demás; mejoren el auto-diseño social de nuestras siguientes generaciones sin establecerles cánones conductuales para toda su vida como un poder pretensioso más allá de la extensión generacional que lo inaugure, antes que acabe empantanado y finalmente incapaz de recoger o abonar otras propuestas frente a los escenarios que no podemos vislumbrar. La sociedad revolucionaria sólo podrá blindarse aportando a las generaciones de relevo los medios y armas con qué continuar su lucha libertaria.

Un programa con fines históricos libertarios será obra del pueblo activo, tenemos ante-programas, programas provisionales sujetos al escrutinio de las luchas del pueblo y de su toma de conciencia; pues la decisión fundamental sobre los mismos corresponderá a las clases y sectores del pueblo cohesionado para su proceso revolucionario.
Solo en estas condiciones es que debemos enarbolar y entender el programa revolucionario, siempre propositivo y sometido al debate popular. Tal programa no es un manual ni mucho menos un ente con vida propia el cual rija o movilice, dicte o regule, concentre o despliegue las fuerzas populares, clasistas y revolucionarias en su proceso de cohesión. Es un manifiesto de un núcleo de fuerzas, que convoca a otras más a aportarle, replantearlo y engrandecerlo en los postulados de emancipación social, es también un llamado al desarrollo de las alternativas de lucha socialista y comunista, y es una proclama revolucionaria sobre el horizonte social para reconstruir su propuesta estratégica en las modernas condiciones de nuestra sociedad dadas sus crecientes complejidades y las consabidas problematizaciones de la vida social.
Sugerimos que en su esencia dicho programa debe partir de algunas matrices fundamentales para la conformación de una sociedad de mujeres y hombres libres en un concepto más amplio de sus implicaciones, apoyándose en:

a)      Relaciones revolucionarias de lucha por objetivos históricos en el seno de un pueblo cohesionado en torno a su perspectiva prolongada de liberación social. Relaciones que conllevan la carga asamblearia, protagónica, de respeto irrestricto a las unidades y las banderas fundamentales del proceso revolucionario. Relaciones que superen los liquidacionismos, los sectarismos, los extravíos de control de unas organizaciones sobre otras, las imposiciones y otros rejuegos políticos; haciendo predominar la fraternidad, el diálogo constante, el interés de clase, la perspectiva histórica y el protagonismo popular en la lucha de clases.
b)      Relaciones revolucionarias que construyan y sostengan un genuino poder proletario y popular, como recurso de combate frente a las clases explotadoras y todos sus seguidores, pero que principalmente se avoquen a que sea desde las entrañas del pueblo donde emane una nueva forma de poder liberador, sustentado en el resguardo de la colectividad y sus facultades direccionales sobre los destinos de la nueva sociedad. Un poder distinto por sus características a todo cuanto hemos conocido en el país, el poder de las clases laboriosas, de los sectores populares de decidir a través de múltiples instrumento, sobre las cosas grandes o pequeñas de nuestra vida. Un poder que sepa distribuirse justamente entre tantos actores sociales del país en los que se compone nuestro pueblo diverso. Para que con este poder transforme sus condiciones en otra época social.
c)       La prefiguración de una sociedad democrática en sus bases de acción, que tenga por premisas la participación general de los pueblos en la toma de decisiones y un sistema adecuado que exprese las voluntades mayoritarias, salvaguardando los intereses generales como pueblo mexicano. Que articule múltiples instancias de ejercicio democrático congruentemente conformadas para cubrir los amplios deseos y aspiraciones de acción política y cumplimiento de decisiones colectivas.
d)      Una plataforma humanística en la consecución de todos los avatares del desarrollo en la nueva sociedad, que sostengan y amplifiquen los valores y derechos de nuestra humanidad tales como las libertades, la seguridad, la vivienda, la vida digna, la salud, el acceso al agua, la alimentación, un planeta descontaminado, desmilitarizado, desmonopolizado, como derecho de todos los pueblos, el ejercicio de la sexualidad, las creencias, el respeto por nuestra condición humana y el tratamiento en derecho a las diferencias y divergencias de todo género. Sociedad humanística libertaria y revolucionaria poscapitalista, de socialismo-comunismo de democracia auténtica del pueblo, colectivista que incorpore como condición humana la comunidad libre de opresión y explotación, trastocando el viejo concepto de humanismo de la desigualdad social, dominador, liberal y neoliberal que se sustenta en las libertades del mercado, el encubrimiento de la degradación humana, la violación de los derechos relativos, el señuelo de derechos humanos a bombazos, es decir, a contraderechos, la desarticulación de las premisas del ser social, y la falsificación contra la socialización no afín al capital.
e)      Relaciones sociales de producción, distribución, intercambio y consumo sostenidas por principios socialistas, de muy diversas formas, públicas, cooperativas, regionales, urbanas, rurales, locales, con formas de propiedad y control variadas según los roles y contextos organizativos de nuestros pueblos y ciudades, aún cuando puedan mantenerse empoderamientos generales sobre recursos esenciales. Bajo otros cánones de trabajo y consumo beneficiosos para las mayorías de manera consciente y sostenida.
f)       Replanteo sobre nuestras relaciones con la naturaleza y ante todo el planeta para contribuir a superar la fase capitalista de depredación que nos pone ante los dilemas del agotamiento de los recursos, la concentración de los mismos, la amenaza de extinción tanto de la especie como de la vida en la madre tierra, asumiendo nuevas responsabilidades como humanidad. Relaciones de vida social de transformación emancipatoria en temas como el de la familia, la educación, la consideración del posicionamiento y empoderamiento de la mujer en el espacio social, nuevas formas en el tratamiento de las contradicciones, divergencias y todo tipo de conflicto social inevitables en el proceso liberador, y particularmente la necesaria sanación social del problema de la violencia en el socialismo.

Sobre la lucha de este programa, avanzando sobre el proceso revolucionario, habrá lugar y necesidad de proyectar más allá de esta época de transición histórica, la proyección programática de liberación total respecto de toda forma o manifestación de dominación social. Medidas, sanciones y procedimientos anti-corrupción desde bajo serán siempre válidas; grandes propuestas se dibujan por todas partes, para todas ellas se debe marchar en un nuevo proceso, hay que asumir la responsabilidad.


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PARTIDO DE LOS COMUNISTAS MEXICANOS
PROPUESTA DE SOCIALISMO, PROGRAMA, LINEA ESTRATEGICA Y TIPO DE PARTIDO
RESUMEN
I.        EL SOCIALISMO QUE QUEREMOS.
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1.1.        Luchamos contra el capitalismo porque las evidencias teóricas y prácticas nos demuestran que la crisis permanente que ahora se ha agudizado no tiene más que dos salidas, la salida capitalista que no es otra que el fascismo y la barbarie y la salida socialista provocada por una clase obrera manual e intelectual organizada en su instrumento político para tomar el poder y establecer una sociedad socialista humanista y democrática.
El capitalismo es el sistema del desperdicio. Estamos convencidos no solo del carácter depredador y expoliador del capitalismo, sino de que es el sistema que se basa en el desperdicio de la riqueza producida por los seres humanos. El capitalismo es el sistema que no solo desperdicia la riqueza producida por la fuerza de trabajo de la clase obrera sino que necesita desperdiciar para seguir existiendo. Por ejemplo es el capitalismo el que invento los bienes de obsolescencia inmediata o de usar y desechar los cuales  producen millones cada día, echando a la basura el esfuerzo de miles de obreros que los producen; es el capitalismo el sistema que necesita de mantener activa a través de inyecciones de millones de dólares cada día a la industria de la guerra; el Director Ejecutivo           de la FAO      aludió a un contraste flagrante e inaceptable en 2006 el mundo gastó US$ 1.200 miles de millones en armamento.
 El capitalismo enajena a los seres humanos. Porque separa al hombre de su trabajo y de los productos de su trabajo; y al hacerlo nos presenta las relaciones de producción como si fueran relaciones entre cosas y objetos no entre personas, en esto radica la cosificación de los seres humanos, todos somos tratados como mercancías, como cosas, como objetos y en eso consiste lo que Marx denomina el proceso de fetichización   de la mercancía. Es decir la mercancía es el fetiche al que hay que adorar y rendir culto para ocultar la explotación capitalista.

El capitalismo  requiere de las guerras para mantener a su vez activa la maquinaria capitalista en el afán de atenuar la tendencia a la baja en la tasa de ganancia. Es el capitalismo el que cada día tira a los ríos y arroyos millones de litros de leche para evitar la baja de los precios; es el capitalismo el sistema que según estudios de la FAO cada año se tiran a la basura más del 25 % del total de alimentos que se producen y todo por razones vinculadas a la manipulación de los precios. Millones de dólares se gastan cada día en publicidad incrementando artificialmente los precios de todos los productos básicos, de las medicinas, de los bienes necesarios para vivir.

1.2.        Nuevo concepto de socialismo. Nos hemos imaginado a partir de la experiencia del socialismo real, un nuevo concepto de socialismo, nosotros concebimos el socialismo no como la negación del capitalismo, sino como la negación de la negación del capitalismo, porque se niega el capitalismo con las manifestaciones, con las huelgas, con las luchas de resistencia, sí, se niega pero no se supera. Es necesario ir a la negación de la negación esto es a la   superación del sistema capitalista estableciendo la nueva sociedad. Por esa misma razón la lucha solo por objetivos económicos no es suficiente, por esa razón es necesaria e indispensable la lucha político ideológica contra el capital y por esa razón estamos aquí, preparándonos para esa lucha ideológica que debe ser a fondo.

Nosotros concebimos en consecuencia al socialismo como la superación del capitalismo, como la sociedad del hombre plenamente libre, la sociedad plenamente democrática en la que el pueblo realmente elige a los mejores no por el dinero o la clase social sino por su vocación de servicio; la sociedad en la que el trabajo asalariado ha desaparecido y existe el trabajo como proceso de recreación del ser humano. En la nueva sociedad socialista el trabajo pasara de ser un castigo como lo es hoy según lo plantea la religión o de un medio de explotación como lo es en el capitalismo, en una actividad productiva libre, en la actividad en la que el ser humano expresa su humanidad, su verdadera naturaleza. Porque desaparecerá el trabajo asalariado.
El hombre ya no vivirá para trabajar ni ser objeto de explotación toda su vida como ocurre hoy; sino que al trabajar se realizará como ser humano creativo y libre.
Podemos decir que el régimen del socialismo real en su breve y corta vida garantizo el bienestar colectivo, atendió a las necesidades colectivas de pleno empleo, de salud, educación y deporte; pero el tiempo fue insuficiente para subsanar las fallas en cuanto a cubrir necesidades no consideradas urgentes, y lo mismo para atender las necesidades de un desarrollo democrático.
En el socialismo real el poder del pueblo que inicio con el desarrollo de la nueva democracia basada en los soviets que eran el nuevo poder democrático, con el tiempo se deformo para convertirse en un poder burocrático, en manos de una elite que estableció un régimen de dependencia jerárquica y una disciplina cuartelaría en la sociedad; un régimen que no socializo los medios de la producción sino que los puso en manos del Estado formado por esa elite burocrática, en consecuencia en vez de socializarlos los estatizó lo cual no es lo mismo.
Esta situación generó vicios que se promovieron desde la propia burocracia tales como la simulación, la delación, la obediencia ciega y la sumisión como requisitos para estar y ascender en la elite burocrática. Estos vicios sustentaron también el nocivo culto a la personalidad del dirigente en turno.  Se deformo así la esencia democrática del socialismo y del leninismo.
1.3.        Tomamos distancia del socialismo real. Podemos sostener que el socialismo real fue capaz de liberar a la humanidad e la amenaza del fascismo al derrotar al ejercito de Hitler y sus aliados, fue capaz también de garantizar el bienestar económico y material de la sociedad pero sacrificó las necesidades y atención de los individuos, a la vez que la democracia del pueblo devino en una democracia dirigida centralista en manos de un breve grupo; con lo cual se debilito el carácter y la esencia humanística del socialismo.
Hoy a más de dos décadas de la caída del campo socialista el partido de los comunistas Mexicano después del análisis que en el seno del partido hemos realizado podemos sostener en primer lugar que la teoría de Marx sigue siendo la guía para la acción válida para transformar revolucionariamente la sociedad, y que lo ocurrido en el campo socialista encabezado por la Unión Soviética y Europa del Este  no invalidan ni afectan la validez del marxismo, por el contrario nos indican que cuando el marxismo deviene en burocratismo o en dogmatismo los resultados son contrarios a los ideales de una  sociedad superior al capitalismo, nos indican además que no puede haber socialismo si el bienestar colectivo no se complementa con el bienestar de cada uno de los miembros de la sociedad, nos indican que el nuevo régimen socialista no puede subestimar el desarrollo individual. Nos indican que la construcción del socialismo no se puede alejar de la consigna de Marx y Engels escrita en el manifiesto del partido comunista: “…Y a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos…”
¿Qué significado tiene para los comunistas mexicanos esta consigna de Marx de construir una nueva sociedad en la que se potencia el libre desarrollo de cada uno?
Significa para nosotros que no se pueden nulificar los derechos individuales en aras del interés colectivo. Lo que sí está justificado sobradamente es privilegiar los derechos colectivos para poder garantizar los derechos individuales, pero de ninguna manera nulificarlos. Esto significa que los individuos en el socialismo tenemos garantizados derechos sociales de manera efectiva como el derecho a la educación, a la salud, al empleo bien remunerado, a la vivienda, etc. Pero también tenemos derechos individuales como el de la libre expresión de las ideas, como el derecho a escuchar y ser escuchado, el derecho a disentir dentro de los cauces y las normas legales, el derecho a opinar y que nuestra opinión sea tomada en cuenta, todos estos derechos en el marco de una reglamentación que garanticen que no atentan contra los derechos colectivos o sociales.
Considerando este análisis en el partido de los comunistas mexicanos concluimos que las dos principales fallas del socialismo real fueron la relativa a garantizar un régimen democrático en el modelo de una nueva democracia, la democracia del pueblo; y desde luego el déficit en lo relativo la esencia y carácter humanístico del socialismo.
Por estas razones la propuesta de objetivo histórico para el siglo XXI es un nuevo modelo de socialismo que subsane estas omisiones que justificadamente o no, ocurrieron en el socialismo real, y consecuentemente la propuesta del socialismo del siglo XXI lo hemos denominado: SOCIALISMO HUMANISTA Y DEMOCRATICO.
Con base en esta propuesta podemos contestar la siguiente pregunta: ¿Entonces cómo concebimos el socialismo humanista y democrático?
En primer término como un régimen humanista esto significa construido por los seres humanos y para el desarrollo y crecimiento de los seres humanos; y esto significa desarrollar el ser social pero no a costa del ser individual sino como la condición para que el primero se desarrolle. Por lo que no solo implica un régimen económico superior sino un régimen que propicie el desarrollo y crecimiento de todas las potencialidades del ser humano, físicas, mentales y de sus valores morales, estéticos y filosóficos sobre todo los relativos a la cosmovisión del universo sustentados en el progreso de la ciencia y la tecnología.
Un régimen que oponga a la lógica del dinero y el capital la lógica del humanismo, la lógica de la racionalidad socialista, la lógica de la cooperación y el trabajo colectivo y comunitario como bases del nuevo sistema social. En consecuencia un régimen que no sea como hoy una tranca, un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas sino una palanca y una plataforma para su impetuoso desarrollo.
Pero este desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas no se puede concebir sin considerar el cuidado, preservación y protección de la tierra y el medio ambiente. El socialismo no está como el capitalismo presionado a conseguir ganancias a costa de lo que sea, en este caso de la destrucción de la naturaleza, por el contrario existe una coherencia filosófica, económica y política entre la política y la preservación de la tierra y el medio ambiente. Eliminada la lógica del capital no hay impedimento alguno para que todo tipo de crecimiento economice, industrial o tecnológico se haga respetando la preservación, conservación, mantenimiento y crecimiento del medio ambiente.
Concebimos el socialismo humanista y democrático como una sociedad sin privaciones, una sociedad de la abundancia en bienes material a los que todos deben tener acceso; en nuestra concepción de la nueva sociedad no se opone el placer y la vida digna de ser vivida a la virtud, para nosotros son complementarias y necesarias para la nueva sociedad. Esta nueva sociedad  en la que los medios de la producción son propiedad social distribuye la riqueza no en base al simple igualitarismo sino en base a la cantidad y calidad de trabajo que cada quien aporte a la sociedad, un sistema que no suprime lo individual en aras de lo colectivo sino que concilia lo colectivo con lo individual; un sistema que incrementa constantemente la producción para atender la demanda de bienes y servicios para incrementar a su vez el nivel de vida del pueblo aumentando la comodidad personal en el marco del respeto a la dignidad humana y de la libre expresión de las idea
Un régimen social que  garantice   un alto nivel de vida de los integrantes de la sociedad sin excepción alguna: el nuevo régimen garantizará el pleno ejercicio de los derechos sociales como: derecho a la vivienda derecho al trabajo bien remunerado derecho a vacaciones, ascensos, derecho al deporte, derecho a la salud,   derecho a la educación en todos los niveles. Derecho a la propiedad privada personal y a la pequeña propiedades productiva del campo y la ciudad, garantizara también los derechos de libre asociación enorganizaciones sociales, sindicales, políticas que no atenten contra los principios generales del nuevo régimen social.
Así concebimos el socialismo humanista y democrático por el que luchamos en el Partido de los Comunistas Mexicanos.
Al existir plena congruencia entre el régimen social y el desarrollo de las fuerzas productivas, y al eliminarse el obstáculo de la obtención de ganancias como la medula y centro de la sociedad, podemos desarrollar sin límite alguno, salvo la protección de la naturaleza y el medio ambiente, así como la preservación de la vida y los derechos individuales y sociales, las fuerzas productivas. Ahora si va a ser posible que al desarrollo tecnológico le suceda de manera lógica un incremento en la calidad de vida de toda la sociedad; ahora si va a ser posible que la cibernética, el genoma humano, la biotecnología y otros adelantos científico tecnológicos se pongan al servicio de la prolongación de la vida, se pongan al servicio de la eliminación de las enfermedades, se pongan al servicio de la humanidad y de su progreso.
La robótica, la telemática, la bioingeniería, la nanotecnología serán la base científica sobre la que se va a desarrollar el más grande humanismo jamás imaginado por los seres humanos; porque va a ser un humanismo no para un sector elitista de la sociedad como ocurrió en el humanismo de la antigua Grecia, sino un humanismo para todos los hombres y mujeres del planeta sin excepción alguna. Un humanismo que va a permitir desplegar lo mejor de cada uno en el que va a florecer la cultura, la estética y la producción artística como el remanso espiritual de crecimiento de la humanidad

II.      LA LÍNEA ESTRATÉGICA Y TÁCTICA
La democracia popular como etapa de transición hacia una sociedad superior: el socialismo humanista y democrático.
2.1. Precisado el objetivo histórico y de acuerdo a las condiciones actuales de México, es necesario definir la estrategia para lograr establecer el régimen de socialismo humanista y democrático por el cual luchamos.
La burguesía nacional que surgió de la revolución mexicana y que integro los regímenes iniciales a partir del movimiento armado de 1910 prácticamente ha sido liquidada y ya no tiene fuerza alguna al interior del poder público, ha sido sustituida por la burguesía antinacional, interesada solo en hacer grandes negocios a costa de entregar la soberanía política y económica de México. Este grupo político de ultraderecha, corrupto y entregado al capital no se detiene ante nada y está dispuesto a todo con tal de mantener los privilegios que les da mantenerse en el poder. De mantenerse así, en pocos años y ante las inconformidades, luchas de resistencia y manifestaciones del pueblo se va a profundizar y recrudecer el carácter represor y fascistoide e esta clase antinacional, a la vez que México dejara de ser una nación independiente para pasar a ser un país colonizado por los estados Unidos.
Es hora de parar en seco esta ofensiva reaccionaria que nos conduce a una situación de superexplotacion, represión y pérdida de nuestra soberanía nacional. Ante estas circunstancias consideramos que lo que es prioritario, urgente y necesario es lograr un cambio de estructuras a partir de generar un proceso de ruptura, una gran fisura, un resquebrajamiento del proceso de desarrollo neoliberal que se ha mantenido desde hace ya tres décadas.
La lucha contra el neoliberalismo y por un nuevo proyecto de nación libre , soberana, democrática e independiente, solo puede ser exitosa si involucra no solo a los marxistas, socialistas y comunistas sino a todos estos sectores que han sido violentamente golpeados por las políticas neoliberales. Entonces el camino al socialismo humanista y democrático transita por la unidad de las fuerzas anti neoliberales, antiimperialistas y antifascistas de México, este es el principio de táctica y estrategia que debemos poner en práctica para garantizar el éxito en el objetivo inmediato que es abrir y allanar el camino para crear las condiciones para la construcción del socialismo humanista y democrático.
Estas fuerzas unidas en un movimiento con un programa amplio que garantice la eliminación de las políticas públicas que les afectan, por un programa que castigue a los saqueadores, a los corruptos y a los que desde dentro y desde fuera del gobierno han instrumentado políticas antipopulares y contra la soberanía de México, como la reforma energética, la reforma educativa, la reforma laboral, la reforma política, la reforma hacendaria.

La primera condición para avanzar es echar totalmente a los neoliberales del poder público. Sacarlos y someterlos a juicio político por sus acciones contra el pueblo y la nación. Este es nuestro objetivo estratégico inmediato.

Es la hora del cambio de estructuras, dado que a nuestro juicio existe ya una crisis de hegemonía pues la clase en el poder ha perdido el apoyo de las grandes masas de la población, en estas circunstancias el reto para la izquierda es articular y consolidar esta crisis hegemónica y orgánica con el fortalecimiento de la conciencia de clase de los trabajadores y su organización en el instrumento político revolucionario. Es importante recordar que la sola actitud de no apoyo a la clase dominante por parte de la mayoría no significa que esa gran masa de población esté dispuesta a luchar para derrocar a la clase dominante. Estamos ante dos circunstancias que conviene tener presente; Una posición de crítica pasiva y otra más avanzada y superior que es una posición crítica activa y propositiva. Esta última solo es consecuencia del trabajo del partido en las mases, de la educación política que realiza el partido, de la formación de conciencia que realiza el partido.

La segunda condición es, llevar a un nuevo bloque histórico al poder en México, integrado por todas estas fuerzas anti neoliberales, un bloque histórico que integre un gobierno encabezado por la clase obrera pero en el que participen representantes de todos estos sectores afectados por el neoliberalismo y que tenga como principal tarea la creación de un nuevo régimen de la vida social, un régimen en el que aún se mantiene la propiedad privada de los medios de la producción pero que ha iniciado un proceso de socialización de los mismos: El régimen de la democracia Popular.


III.    EL PROGRAMA PARA MÉXICO.
Programa:
El programa del nuevo régimen de democracia Popular.
La Democraica Popular es el régimen que más se acerca a la definición de la democracia: Un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, distinguiendo al pueblo de sus explotadores. En nuestra definición de pueblo se incluye a la clase trabajadora manual e intelectual, a los campesinos con tierra y sin ella, a los pequeños y medianos empresarios.  Un régimen en el que se inicie el proceso de construcción de la nueva democracia socialista, en consecuencia la democracia popular es el gobierno que se establece para buscar el progreso del pueblo, y para defender al pueblo de sus explotadores;  para ello es necesario trabajar la democracia en tres frentes; democracia económica, democracia política y democracia social. A este régimen que no es el socialismo, pero que si es un estadio más avanzado hacia la construcción de un régimen superior, le denominamos el régimen de la democracia popular. Y La única clase que puede conducir esta tarea y llevarla al éxito es la clase trabajadora manual e intelectual del país, la que se debe ubicar al frente, a la vanguardia del gran movimiento nacional anti neoliberal, antifascista y antiimperialista.

La Democracia popular implica necesariamente construir la estructura sociopolítica necesaria para garantizar que el pueblo todo participe en el diseño y construcción de todos sus proyectos de desarrollo; Proponemos la construcción de un Proyecto de Nación por la vida de cultivar, madurar y fortalecer el pensamiento crítico de los mexicanos sustentado en saber lo que México era y lo que México es hoy a fin de construir el diseño de lo que México será.

El régimen de DEMOCRACIA POPULAR enfatiza en tres cambios estructurales, tres ejes programáticos que son: Democracia política, democracia económica y democracia social.













DEMOCRACIA POLITICA. La democracia política implica los siguientes conceptos sobre la base de la integración de un nuevo bloque histórico y el carácter del estado en el régimen de democracia popular, de acuerdo a los siguientes principios;
1.    El gobierno lo integra la coalición de clases antineoliberales, antifascistas y antiimperialistas con la preminencia de la clase trabajadora. Es la clase trabajadora la clase dirigente de esta coalición en el poder.
2.    Participan en esta coalición diversas clases sociales entre ellas mayoritariamente la clase trabajadora, pero también la pequeña burguesía rural y urbana, los pequeños y medianos comerciantes e industriales, los campesinos con tierra y sin ella, los intelectuales progresistas, los estudiantes.
3.    Una vez en el poder este nuevo bloque histórico, Establecerá las medidas democráticas necesarias y suficientes para que sea el pueblo el que en todo momento tenga la capacidad de decidir sobre los asuntos públicos, garantizando la equidad en todo proceso de elecciones. Para ello todas las instancias de dirigencia sean sociales, culturales o políticas deberán aplicar la democracia de las mayorías, se emitirá la reglamentación correspondiente, eliminando hasta su grado máximo la contaminación del dinero y el capital en estos procesos, asimismo será la sociedad la que tenga en sus manos los medios de comunicación para garantizar condiciones de equidad en estos aspectos.
4.    Garantizaremos la plena independencia de los poderes de la Republica, vigilando que se integren con personas de la más probada honestidad y estableciendo severas sanciones que incluyan pena corporal a aquellos que permitan la mediación del dinero y el capital en la toma de las decisiones que les correspondan.
5.    Haremos efectivo el artículo 115 de la actual constitución general de la república acerca del municipio libre; el municipio será realmente libre en el régimen de democracia popular. Los ayuntamientos recibirán la mayor parte de los impuestos recaudados en su jurisdicción, y recibirán todo el apoyo para la atención de los problemas y obligaciones que les marca la Ley.
6.   En el campo internacional nos pronunciamos por el establecimiento de una paz mundial justa y duradera, por el principio de la coexistencia pacífica y por el respeto a la soberanía de las naciones sin injerencias del exterior. Consecuentemente impulsaremos una política de desarme mundial y la proscripción de armas nucleares, químicas y biológicas.

DEMOCRACIA ECONOMICA.
7.    Pondremos al servicio del pueblo y la nación mexicana las fuerzas productivas y los medios de producción que están en manos extranjeras, reservando la inversión extranjera a actividades selectivas que sean complementarias del proyecto económico nacional y a condición de la transferencia de tecnología así como a la creación de empleo mejor pagados que los nacionales. Impulsaremos las exportaciones que realice la pequeña y mediana empresa a las que se les dotara de financiamiento, entrenamiento empresarial y asesoría para exportar.
8.    Garantizaremos la propiedad privada personal y familiar. Esto significa que en esta etapa los medios de la producción que van a pasar a manos de la sociedad seda a manos del estado , a las cooperativas, a las universidades, a los grupos y organizaciones sociales son lo que se consideran estratégicos como los bancos y empresas financieras, la extracción de energéticos como petróleo y minerales estratégicas; los relativos a las comunicaciones y telecomunicaciones, satélites y retransmisores, los ferrocarriles, los puertos y aeropuertos, las carreteras, la electricidad, la petroquímica básica y secundaria,  las empresas procesadoras de alimentos para consumo humano, las empresas de comunicación pasaran a manos de los grupos organizados de la sociedad como universidades, cooperativas culturales y otras y otras. Por lo que se mantiene la propiedad privada del resto.
9.    Promoveremos un poderoso sector público de la economía, Las empresas del estado, y aquellas que se nacionalicen en esta etapa serán administradas por el estado y otras por los mismos trabajadores de estas empresas, en un régimen de autogestión y autofinanciamiento asociados con el estado, y rendirán cuentas al pueblo de forma que las fallas se corrijan y en el caso de fallas graves se aplicara la justicia incluyendo las penalidades que correspondan cuando exista daño patrimonial.
10. El desarrollo industrial atenderá a un plan nacional de seis años
11.      El desarrollo del campo y de los campesinos se convertirá en uno de los ejes principales de la democracia económica; regresaremos la legislación agraria y agrícola a sus textos originales restituyendo al ejido su carácter de inembargable, inalienable e imprescriptible. Crearemos un banco nacional exclusivo para financiar al campo con créditos por debajo de las tasas nacionales, con plazos favorables y beneficios como asesoría técnica, implementos agrícolas y modernización de la agricultura  que promuevan un impulso a la siembra y cosecha de los granos, semillas, vegetales que el pueblo requiere para su alimentación sana.
DEMOCRACIA SOCIAL.
12.      La democracia política y la democracia social nada significarían ni tendrían sentido alguno sino es porque se orienten a consolidar cada vez más un mejor nivel de vida de todo el pueblo mexicano, erradicando para siempre la pobreza extrema. Para el partido de los Comunistas Mexicanos el crecimiento económico, la producción, la técnica, y la ciencia no son un fin en sí mismas, y solo tienen sentido puestas al servicio del pueblo y de la mejora de su calidad de vida. Por estas razones lograremos un progreso económico creciente para asegurar empleos decorosos bien remunerados; se establecerá la escala móvil de salarios a fin de que se eleven los salarios en la misma proporción que se eleven los precios de las mercancías que el pueblo consume. Nos proponemos sacar al pueblo de la pobreza y construir una amplia y creciente clase media.
13.  Una nación de Proyectos. El programa de Democracia Popular en sus tres aspectos: económico, político y social se construirá permanentemente en consulta directa y participación activa del pueblo, para este propósito nos vamos a convertir en una nación de proyectos a través de miles de talleres que se trabajaran en forma continua y permanente en todos los rincones del país a fin de que el pueblo mexicano en su conjunto actúe a manera de consejo consultivo del gobierno construyendo proyectos que le beneficien y que se ordene al gobierno ponerlos en práctica, así trabajaremos: Proyectos educativos. Proyectos universitarios, proyectos de la filosofía de México, proyectos para las artes, proyectos para la ciencia y tecnología, proyectos de economía comunitaria, cooperativa y social, proyectos juveniles, proyectos para las mujeres, proyectos para hombres y mujeres de la tercera edad, proyectos para discapacitados, proyectos para las familias, proyectos para los niños, proyectos para la recreación y el deporte, proyectos para la maduración del espíritu de colaboración cooperación y servicio, proyectos de actualización de egresados de las universidades e institutos de educación superior.
14. a seguridad social tendrá como en Canadá, Inglaterra y Cuba un carácter universal, ningún mexicano será excluido del servicio gratuito a la atención médica gratuita desde la consulta básica, medicamentos hasta las más grandes cirugías y servicios hospitalarios de primer nivel. De la misma forma se establece el seguro de desempleo universal. Se restructura la comisión nacional de Salarios Mínimos para que sea dirigida por verdaderos y auténticos trabajadores y no por los líderes charros que hoy ocupan esos puestos; se eleva el salario mínimo al triple del actual.
15. Estableceremos una política pública especial orientada a la protección y garantía de progreso de niños, jóvenes y ancianos. Vamos a garantizar que todos los niños mexicanos tengan acceso a un litro de leche diario desde le etapa materna hasta los 12 años. De la misma forma vamos a garantizar la atención médica, y la asesoría en cuidados maternales a las madres. Se establecerán cuatro meses de exención de trabajo a las madres trabajadoras, asimismo la ayuda para tareas domésticas mientras sus hijos están en periodo de lactancia. La juventud recibirá atención central y privilegiada pues vamos a garantizar que ningún joven se quede excluido del sistema educativo nacional. Se creara un sistema nacional de becas con un amplio presupuesto para ello.
16. El estado asumirá como responsabilidad exclusiva y con fundamento en la Constitución la garantía de que cada familia mexicana cuente con un espacio digno para vivir. Las casas de interés social serán entregadas por el Estado sin enganche alguno a los nuevos propietarios, el Estado aportará el 50 % del pago de la vivienda y los beneficiarios solo pagaran la mensualidad de la vivienda por el equivalente a un 10 % del salario mensual del trabajador. Las casas de interés social se construirán con normas adecuadas de construcción eliminando los diseños actuales que por su pequeña extensión y la mala construcción son inhabitables para los seres humanos.
17. La política de saneamiento de las empresas del estado y de promoción de la autogestión las convertirán en eficientes, por lo que los servicios públicos de luz, gas y agua serán reducidos a un costo mínimo, de la misma forma es crearan sistema de distribución de gasolina para vehículos familiares y de trabajo a precios subvencionados más bajos que los registrados en el mercado.
18. México es un país en el que conviven  diversos grupos étnicos, De los 112.3 millones de mexicanos hay 15.7 millones que se consideran indígenas, pero de ellos sólo 6.6 millones habla una lengua distinta al español, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010, realizado por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI). Varios de los grupos étnicos están en vías de extinción, pero la condición comun a todos es que viven en condiciones de pobreza extrema sometidos a explotación, humillación y discriminación. Al respecto la política del gobierno de Democracia Popular consistirá en abandonar el criterio de la occidentalización, o la modernización de la vida de los grupos étnicos. Todas las políticas públicas se realizarán en base al principio del respeto irrestricto a su cultura y formas de vida y a la incorporación de los representantes de estos grupos a la toma de decisiones para que construyan sus propios proyectos.

19. En relación a la educación vamos a promover una reforma educativa que previa consulta y atención propuestas de los profesores, enfatice en lo pedagógico pero que se sustente en mejorar los ingresos, salarios, prestaciones y calidad de vida de los docentes del país de todos los niveles.

Una reforma educativa que atienda los factores estructurales como mejora de la infraestructura escolar de todas las escuelas del país, reducir hasta eliminar la desnutrición infantil, modificar las legislaciones para que los medios de comunicación transmitan programas que contribuyan al logro de los objetivos de la educación; atender las causas no estructurales como la formación de los profesores fortaleciendo las escuelas normales rurales y urbanas, mejorando sus programas, atendiendo la mejora de la infraestructura, y de la misma manera mejorar sustancialmente las condiciones de vida de los internos. Crearemos más escuelas normales con estas características en todo el país.

El financiamiento del proyecto de la DEMOCRACIA SOCIAL.
Y como vamos a financiar este proyecto tan ambicioso? En México se desperdicia, se tira a la basura y se pierde por concepto de robos de los funcionarios públicos una gran parte de la riqueza nacional. Esto se va a terminar y vamos a obtener el beneficio de toda esa riqueza que hoy es pérdida para el pueblo en una ganancia para incrementar la bolsa financiera de la DEMOCRACIA SOCIAL.
Pero no solo eso, se van a reducir los salarios de la burocracia a partir del nivel de directivo hacia arriba por lo menos a la mitad; con ello vamos a aportar otra parte a esta bolsa. Además vamos a diseñar una política fiscal que grave realmente más a los que más tienen y nada graven al que nada tiene, con ello se van a sanear las finanzas públicas y se va a redistribuir la riqueza incrementando también la bolsa financiera de la DEMOCRACIA SOCIAL.
Por otra parte todas las empresas del estado y las empresas privadas nacionales y extranjeras de la mediana empresa hacia arriba pagaran un impuesto especial del 5 % e sus ganancias para el desarrollo social obteniendo por esta vía la parte más importante de los recursos para la bolsa.

IV.    EL TIPO DE PARTIDO.
La izquierda marxista esta segmentada, dividida en una serie de agrupaciones, cada una de ellas poseedora de la verdad absoluta. Algunos incluso se resisten a conversar con el resto de las fuerzas marxistas. Al parecer no nos hemos dado cuenta de que si no nos unimos ahora después nos van a eliminar uno a uno y sin problemas. Si no luchamos para detener al fascismo ahora, después va a ser imposible detenerlo.
No es posible, no es admisible que siga estando ausente de la vida política nacional la gran organización clasista de la clase obrera mexicana, ante los riesgos de que la democracia burguesa ceda el paso al fascismo, no es admisible que no seamos capaces de construir la unidad combativa de los marxistas mexicanos.
Hoy debemos ser capaces de superar el dogmatismo y el sectarismo; hoy debemos ser capaces de superar la insensata autosuficiencia, hoy debemos ser capaces de superar el surrealismo que inventa realidades y actúa como si realmente existieran, hoy debemos superar el activismo y el pragmatismo sin dirección, meramente coyuntural que va de coyuntura tras coyuntura sin un rumbo estratégico ni proyecto histórico  definido. Hoy debemos superar también el economicismo y el desdén por la teoría dando a la praxis revolucionaria el papel fundamental como la síntesis dialéctica de teoría y práctica revolucionaria
Construyamos el partido que cumpla con la tarea de expulsar del palacio nacional a la burguesía burocrática y neoliberal, entreguista y proimperialista que hoy tiene la dirección del país; el partido que oriente la vida de México hacia la nueva democracia socialista. El gran partido de los comunistas mexicanos que se oriente a reconstruir el objetivo histórico de un régimen social sin explotados ni explotadores, que junto a la clase obrera trace el rumbo al socialismo considerando las particularidades y el contexto histórico y geográfico nacional. El partido de los patriotas de México que inspirado en el ejemplo heroico de Hidalgo, Morelos, Guerrero, Benito Juárez, Flores Magón. Villa, Zapata, Lázaro Cárdenas oriente su lucha para superar el atraso en el que viven aun millones de mexicanos.
El partido de los marxistas mexicanos que norme su vida interna por los altos y elevados principios de libertad y democracia por los que lucha. Un partido ajeno al dogmatismo y al verticalismo; un partido en el que la democracia signifique tomar realmente en cuenta la opinión de cada uno de sus miembros. Un partido ajeno a las decisiones de ordeno y mando. Y que sustentado en el reconocimiento a la diversidad de pensamiento supere la nociva practica del unanimismo en la toma de decisiones y las sustituya por el debate y la razón,  la crítica y la autocrítica revolucionarias. Si somos capaces de esta elevada tarea podremos decir a las nuevas generaciones misión cumplida y habremos entregado en sus manos un valioso instrumento para garantizar un futuro y un presente basado en el buen vivir para todos. Esta es la tarea y debemos cumplirla.



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Contenido

















“No hay mejor medio de
                                                                                               Alcanzar la libertad,
Que luchar por ella”

Simón Bolivar


Reflexión Introductoria


L
levamos década y media de haber incursionado al Siglo XXI, y la Nación Mexicana, se mueve en un mundo drásticamente distinto al del siglo pasado, y junto a ese proceso de mutación, que se maquilla con el cinismo histórico de la forma “globalización”, el país continua en un curso de profundización y ampliación de su propio drama y de su propia fatalidad, al estarse exacerbando sobre el país, las condiciones de dominación, explotación y despojos de lo público y lo social; al instalar como nueva autoridad nacional, a las “fuerzas del mercado” y posibilitar que equipos técnicos de extranjeros funjan como virtuales gobiernos paralelos al de la República; al haber quebrado la función del Estado Nacional como contrapeso ante la violencia económica y los efectos destructivos que despliega la acumulación de capital; al permitir que instancias e intereses ajenos al país, aliado a un clivaje oligárquico local, hayan convertido al Estado Mexicano en promotor de la violencia estructural (económica, política, social, militar), pero también, al radicalizar la violencia directa y simbólica sobre lo popular, nacional, emancipatorio y alternativo al desastre nacional; al consolidar la procacidad histórica de convertir al Estado Nacional, no en un “Estado Mínimo”, un “Estado Fallido” o un “Narco Eestado”, sino en un Estado neocolonial, autoritario, contrainsurgente y con graves componentes de una dictadura cívico-militar, que a decir verdad, le dan cuerpo y forma a la traición nacional.
Este desastre nacional, sin lugar a dudas, tiene dentro de sus causas, las prescripciones del poder real tras el “neoliberalismo”, cuya vorágine depredadora se focaliza en: la desposesión de campesinos e indios de sus territorios y saberes; en la expropiación de recursos comunales estratégicos de los pueblos de México; en la privatización del patrimonio y los recursos públicos acumulados por generaciones de mexicanas y mexicanos; en la cesión del potencial y riqueza de la biodiversidad del país a la perversa propiedad intelectual y, junto a ello, desatar un proceso virulento de mercantilización y depredación de la naturaleza.
Evidentemente, este brutal proceso de desposesión, tiene como atractor principal la maximización de riqueza y utilidades a favor de una pequeña parcela de la burguesía nacional y extranjera, cuyo proceso reproduce también, la tendencia a maximizar su poder, su autoritarismo y su violencia, contra el interés nacional y social. Consecuencia de este círculo perverso, es la instalación, despliegue y saturación, de turbulencias caóticas en todos los órdenes, al constreñir la tasa de ingresos del Estado mexicano y con ello, estrangular sus actividades; al profundizar los recortes del gasto público para la seguridad social, la educación, la cultura, etc.; al recrear el desprestigio del sistema político, junto a sus actores e instrumentos; al combinar la represión con la corrupción y la institucionalización del narcotráfico, sin importar las graves consecuencias en la moral pública; al instalar la competencia como el centro de nuestras relaciones y con ello acentuar la pérdida de la noción de la historia, de las distintas ideologías, de la ética y de los proyectos políticos que se planteen ser alternativa a la crisis del capitalismo.
Lo anterior, desnuda los actos de barbarie institucional y paramilitar, que la dominación universal del capital financiero y la hegemonía norteamericana hacen caer sobre nuestra República, pero también, sobre nuestras vidas, nuestras culturas, nuestras solidaridades, nuestra relación con la naturaleza, nuestros sueños y nuestras expectativas como pueblo que tiene hambre de justicia, libertad y una sed por encarnar la soberanía nacional.  
No olvidemos que  nuestro  país,  viene  de  la  primera gran revolución social del Siglo XX, la cual abrió un horizonte de época para la región indo-afro-latinoamericana y que sin lugar a dudas, tuvo su impacto en las dimensiones de lo económico, político, cultural, diplomático y geopolítico. En virtud de ello, es necesario la comprensión de este proceso, porque nuestra revolución fue un eslabón en la historia nuestramericana, sin la cual, esta se tornaría incomprensible en sus luchas por un desarrollo económico autocentrado en el espacio nacional, así como en sus respectivas luchas de carácter nacionalistas y de liberación. Pero también, porque nuestra revolución ofreció un modelo político-social y de estatalidad, previo a los planteamientos keynesianos, que América Latina creyó largamente pertinente a sus propias circunstancias concretas, que marcaron  la misma vez, sus diversas modalidades y trayectorias específicas de vías de desarrollo.
 Habrá que subrayar también que, la Revolución Mexicana fue una experiencia histórica previa a una de las más grandes osadías humanas: la gran revolución Socialista de Octubre de 1917, cuya irrupción desde el Asia atrasada, tuvo un impacto ecuménico e histórico, donde las masas de campesinos y obreros, hicieron de la utopía una historia viva, que entrelazó desde muy pronto sus hilos emancipadores, primeramente en una sexta parte del territorio del globo terráqueo –que era la extensión geográfica de la Rusia zarista de aquel momento–, para posteriormente ir tomando cuerpo y forma, en lo que se conoció como socialismo realmente existente y que llegó a representar a una tercera parte de la población mundial.
Sin embargo, ambos procesos revolucionarios que se propusieron resolver encrucijadas históricas tan complejas, han sido derrotados –en nuestros respectivos países, sin significar ello que, desaparezcan de la faz de la tierra como ideas fuerzas y movilizadoras, que alimentan de manera permanente las insurgencias plebeyas y las rebeliones de nuestros pueblos–, lo que, sin lugar a dudas, lejos de cancelar históricamente los horizontes sociales y socialistas de la humanidad en general y de las y los mexicanos en particular, nos colocan ante la posibilidad de un replanteamiento y redefinición radical de ambas aspiraciones, para la lucha del mundo actual y la Nación Mexicana de hoy, cuyas circunstancias novedosas se asientan en una tendencia dialéctica:
i)                   Por un lado, a la luz del desastre que generan la voraz dominación universal de la desposesión salvaje en la Nación; de la amputación del proceso de reproducción de la sociedad mexicana y sus perspectivas de movilidad social; del andar cíclico y la actual yuxtaposición de la crisis económica, energética, alimentaria, migratoria y civilizatoria que cruzan la República; de la instalación de una lógica neocolonial en México por parte de la hegemonía norteamericana y; de la ocupación nacional que vienen ejerciendo las fuerzas armadas del país, con el drama social que ello significa, en apego a la imposición de una nueva lógica de seguridad nacional;

ii)                Pero, por otro lado, de cara al acumulado de experiencias y memorias históricas alcanzadas por los pueblos del mundo y de México específicamente, en sus procesos insurgentes y rebeldes de alcance emancipatorios y revolucionarios, así como por el sentido histórico para construir una nueva perspectiva de época, que supere con creces el proyecto civilizatorio de la modernidad capitalista, que permita que el bloque social popular, persistente e inteligentemente movilizado, pueda encabezar un nuevo bloque histórico posneoliberal, con fuertes nodos regionales de poder popular; que en juego inteligente de movimientos estratégicos, derrote a la oligarquía nacional, transnacional y los intereses geopolíticos del imperialismo norteamericano, valga decir, que nos permita resolver, para nosotros, como Nación y como Pueblo, el ciclo histórico Conquista-Colonia-República, para resignificar y reorientar nuestra lucha a un horizonte de época y se supere la depredación que se ha hecho de los fundamentos civilizatorios de la vida nacional y del desarrollo pleno de las y los mexicanos.
Esta resolución debe partir de lo que histórica, estructural y coyunturalmente es nuestra Nación, en sus dimensiones geográficas, políticas, sociales, étnicas, institucionales y estatales, es decir, a partir de comprender a cabalidad el actual nudo histórico que procesamos, en su conducción neoliberal y anticonstitucional, de desmantelamiento nacional y descoyuntamiento del Estado Mexicano; en su complejidad de intereses, que son los que dominan en estos momentos la estatalidad mexicana y el sentido común de la mayoría de las y los mexicanos; en las alianzas que establecen con actores antinacionales y fácticos; en los planes que despliegan en ordenes de carácter económico, político, militar, etc.; en las reconfiguraciones políticas que se van estableciendo a partir de tensiones y contradicciones en torno al despojo nacional; en los procesos de subordinación e integración que se han diseñado para la neocolonización de México; en los roles geopolíticos que se le asignan al país para la dominación de América Latina y las confrontaciones en los escenarios del Pacífico y el Gran Caribe; así como las decadencias del sistema económico y el régimen político que se empiezan a configurar –cuya dirección es a una crisis orgánica– y, las alternativas posibles que se construyen de cara a esta encrucijada histórica.
Esta complejidad del nudo histórico nacional, será la base material de donde partirán nuestras reflexiones en torno a: i) El sentido y concepción del Socialismo para México y que objetivamente es posible recrear; ii) El andamiaje programático para la transición y que sintetice las aspiraciones e ideas fuerzas de las mayorías nacionales; iii) La organización que se requiere, para contribuir a la construcción de un sujeto político de calado histórico, no sólo para enfrentar esta encrucijada histórica, sino para adentrarnos a la polémica estratégica de cómo superar el objetivismo catastrofista y el subjetivismo voluntarista dentro del acumulado marxista y de los movimientos sociales, así como; iv) Para trazar nuestros ejes estratégicos, nuestra línea política y de trabajo para un periodo determinado, que bien puede decantarse en el próximo año de 2018.


La Cuestión del Socialismo en México.

P
rimeramente hay que decir que, hasta el día de hoy, no hay otro planteamiento alternativo a la modernidad del capital y al sistema mundo-capitalista, que no sea el proyecto esperanzador del socialismo –con las variantes y denominaciones que pueda asumir, Socialismo del siglo XXI, Ecosocialismo, Socialismo Comunitarista, etc.– con el cual se contendría, tensaría, regularía y se sobrepondría a la depredación y barbarie de la dominación del capital; sin embargo, a partir de ese planteamiento, tendríamos que lanzar algunas interrogantes que nos permitieran clarificarnos algunas cuestiones claves, sobre el sentido del socialismo en y para México, más que decantarnos en una definición o un dogma, para estar en condiciones de afinar nuestras bases programáticas, precisar nuestros vectores estratégicos y para el trazo de nuestras tareas políticas en entornos sumamente complejos en la palestra internacional, indo-afro-latinoamericana y nacional:
¿Qué es en realidad el socialismo y qué no debe ser y, cómo podemos arribar a esa circunstancia en el país? ¿El socialismo es una realidad, una utopía, una ciencia, un proyecto social o un modo de producción? ¿El socialismo se encarna políticamente en la dictadura de una clase, el proletariado, que deberá descansar forzosamente en un partido único o es en la reproducción multidimensional de la democracia, la pluralidad política y el pueblo en la gestión de los recursos comunes del país? ¿El socialismo se reduce única y exclusivamente en la expropiación o estatización de los medios de producción? ¿El socialismo es un decreto o es un quiebre transicional en que se instala la disputa entre una nueva forma de organizar el trabajo y la vida, por un lado, o la restauración del dominio del capital, por el otro? ¿El socialismo se reduce a ser exclusivamente un proyecto emancipador del trabajador respecto a la lógica del capital, sin contemplar la dominación oligárquica de una minoría social sobre la mayoría del pueblo mexicano o la neocolonización y el despojo que padece el país por parte del imperialismo norteamericano?
De cara a las interrogantes en cuestión, incursionaremos diciendo primeramente que, frente al sentido capitalista, que en el momento en que llevaba prácticamente 400 años de despiadados despojos, genocidios, expoliaciones y guerras sobre naciones, pueblos y trabajadores, irrumpió la osadía epocal de una nueva narrativa y una practica emancipatoria, que dio paso a un nuevo siglo histórico –el corto siglo XX de Eric Hobsbawn– y que se expresó en la conformación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en donde las masas empobrecidas de campesinos y obreros, tuvieron una historia de cambios significativos en el carácter de sus luchas, e inauguraron su presente como una historia propia en cuanto a claridad y organización de sus respectivas clases, que simultáneamente fue una poderosa fuerza y alternativa al sentido y organización del sistema mundo-capitalista –además de que la Revolución de Octubre, llegó a ser el referente de todas la revoluciones democrático populares y de los partidos que luchaban por el poder en el siglo pasado– que alcanzó su momento climático en la configuración del campo socialista y la emergencia de los movimientos de liberación nacional.
Sin embargo, la travesía del siglo corto y sus momentos claves, se abre desde finales de la Primera Guerra Mundial, en que irrumpe la Revolución Rusa; que cruza y resiste la Gran Depresión y las penalidades de las masas desempleadas, hambrientas y sin viviendas del mundo capitalista; al fascismo y sus delirios de superioridad racial, que supo acomodarse en los grandes negocios financieros, industriales y militares; la Segunda Guerra Mundial, cuya conclusión contribuyó a subordinar los viejos poderes europeos al poder industrial y militar de EE.UU.; el ocaso y recomposición de los imperialismos, inglés y francés, para ceder sus roles geopolíticos a una Alemania reconstruida; la Edad de Oro del Capitalismo, que se expresó paradójicamente en crecimiento económico y prosperidad, y simultáneamente fue un proceso desigual, que excluyó sectores significativos de la población, aún en los países desarrollados; los 45 años de la Guerra Fría y sus funestos resultados para las luchas de liberación; la Pax Americana, en donde se pretendió modelar al mundo a imagen y semejanza del estadounidense, promoviendo guerras regionales, el espionaje y las operaciones encubiertas; para pasar a la fase de deslizamientos y recurrencias de la crisis del capitalismo, cada vez más estructurales y sistémicas, en lo económico, lo social y lo ambiental, hasta cambiar el siglo, en términos históricos, con el colapso de la utopía más grande de la humanidad, la descomposición del Socialismo Real. Con este momento, se irrumpe, no temporalmente sino históricamente, al Siglo XXI y a una nueva era de transición planetaria.
Este ciclo del corto siglo XX, muestra las claves que subyacen en los hilos conductores que entrelazan los conflictos, el caos, los extremismos del siglo pasado y las incertidumbres venideras, para dar paso a la desposesión mundializada del nuevo siglo, mediante la profundización, ampliación, generalización y masificación de la violencia, oligárquica y empresarialmente organizada y sin precedentes en la historia en términos tecnológicos, de inteligencia y de alcance destructivo que haya conocido la humanidad.    
Por tanto, y a pesar de la desintegración del campo socialista (1989) y de la desaparición de la URSS (diciembre de 1991), no podemos negar que esta experiencia histórica de la construcción del socialismo, fue un hecho multidimensional: político, intelectual, espiritual, ético y cultural, que intentó superar los agravios de la modernidad capitalista y que emplazó a la humanidad de asumir la reconstrucción de la gran esperanza de futuro, a partir de posesionarse del presente como historia. 
Tampoco podemos negar que esta debacle del socialismo realmente existente, no solo trajo aparejado un trauma económico, político y social, sino que abrió la puerta a los conflictos étnico-nacionales, a la planetarización del capitalismo como metabolizador rapaz de relaciones sociales. Pero también, posibilitó la instalación de un componente novedoso de la nueva hegemonía del capital, que fue una nueva narrativa sobre el imaginario social mundial, que sostenía las tesis del fin de la historia, la desaparición de la lucha de clases, el choque de civilizaciones, el triunfo eterno del capital  sobre cualquier posible utopía, y su despliegue a escala universal, que se maquilló de globalización; la expansión de la acumulación por desposesión, inyectada con sigilo en el neoliberalismo; el ocultamiento de la categoría del imperialismo con el nebulosos concepto de El Imperio; en la invisibilización y sustitución de la categoría de clases sociales por el etéreo concepto de muchedumbre, etc.
A partir del cierre del Siglo Corto, en el activo militante y las organizaciones de matriz marxista, se instaló una derrota intelectual y moral; se propició un vaciamiento del horizonte alternativo al capitalismo; se fracturó temporalmente, la posibilidad y la esperanza real, de una vida distinta a la degradación de la vida humana y de la depredación de la madre tierra. Es decir, se impuso un quiebre cultural de la esperanza histórica, que generó un extravío de la voluntad de futuro, tanto a marxistas como no marxistas.
Por estas razones, por esta ofensiva integral del capital, los marxistas, socialistas, comunistas y revolucionarios de México, habremos de transformarnos en un esfuerzo por repensar el socialismo, posible y deseable para este país; para lo cual es imprescindible superar ese socialismo cosificado y fosilizado por el ideologismo; acallado y silenciado por los dogmas; encerrado y secuestrado por la ortodoxia; agotado y asfixiado por las citas; castrado de su potencial emancipador por las realidades virtuales o las invenciones acartonadas. Porque es urgente reconstruir la posibilidad de una opción al capitalismo realmente existente; porque es indispensable construir un proyecto alternativo a la barbarie neoliberal; porque es vital entregar la vida contra la neocolonización de la nación, porque urge vivir por ese otro México posible y deseable, fundado en lo común, lo de todos, en lo profundamente social de los pueblos de México.
El activo marxista, socialista, comunista y revolucionario del país, habremos de reivindicar y hacer del socialismo una idea fuerza –porque no podremos hacer del socialismo una fórmula establecida de antemano, para autolegitimarnos como vanguardia, al margen de  los nervios y músculos sociales del país–, componente del sentido común de las y los mexicanos, es decir, transformarla en una idea movilizadora de las mujeres y hombres de este país, en donde concentren y movilicen esperanzas y energías en torno a otra sociedad mejor en todos los órdenes que la actual; esto será posible siempre y cuando, las y los mexicanos afiancen la conciencia de que algo puede cambiar en su vida cotidiana y futura; que se concretice en un proyecto esperanzador para las mayorías nacionales y que sea, simultáneamente un horizonte de futuro, una alternativa con visión humanista, para el dolor de los oprimidos de México y para la madre naturaleza. 
Por lo tanto, vayamos ensamblando una reflexión y aproximándonos al sentido del socialismo. Lo que sí está claro, es que el socialismo no es un modo de producción ni un simple recetario de cosas que vendrán, ni mucho menos un decreto; es algo más simple y más complejo a la misma vez.
Inicialmente podríamos cuestionarnos lo siguiente:  ¿el socialismo es una idea?, sí, obvio, pero es más que una idea en sí;¿es también una esperanza?, sí, claro, pero es más que eso; ¿es una expectativa?, obviamente, pero es más que expectativa, ya que, es también una materialidad, que se decanta en las posibilidades y esperanzas humanas, por eso, el sentido del socialismo asume el rol y papel de una materialidad movilizadora de nuestros pueblos, y por lo mismo, es materia organizativa, es un hecho social, político y ético; es un potenciador de posibilidades, es el catalizador y movilizador de esperanzas, es praxis.
Recordemos que la gente se mueve por ideas. Demos un ejemplo, un pobre no se va a movilizar o a luchar por el simple hecho de que es pobre, de su circunstancia y existencia concreta, solo podrá haber como respuesta el rencor social, la indiferencia o los actos de sobrevivencia; el pobre sólo logrará movilizarse y llegará a luchar, porque sabe que puede dejar de ser pobre, porque sabe que hay una esperanza en donde puede superar su situación de miseria, su circunstancia de oprimido. Lo mismo podemos decir del despojado, del que sufre, del explotado, del desempleado, del que le ocupan o colonizan su país, del oprimido, etc. 
Cuando estos sujetos asumen la esperanza como posibilidad real, se reúnen, crean una fuerza, un movimiento y se hacen sujetos de su liberación. Son ellos mismos quienes elaboran una conciencia, un proyecto y se unifican; los marxistas, los socialistas, los comunistas y los revolucionarios, entramos como aliados, apoyándolos, caminando juntos, no como algo montado sobre de ellos o como una vanguardia, sino mostrando que tenemos la talla de conformar esa conducción junto a ellos.
En virtud de tal consideración, habrá que reconocer que el sentido primario del socialismo, es una idea que tiene una base material, que descansa en la multiplicidad de luchas actuales, pequeñas o grandes, sectoriales o territoriales, temáticas o sociales, políticas o ambientales, electorales o autonómicas; es decir, es un movimiento real, que se desplaza al seno de este capitalismo –como en su momento fueron los burgos al seno del feudalismo europeo–, pero impugnando y adversando con la realidad social y material del propio capital, pero sin plantearse suplirlo como relación social o como modo de producción; es un hecho social que busca negar parcialmente lo existente, en las condiciones del neoliberalismo realmente existente; es la emergencia de lo común y lo social en pleno capitalismo salvaje.
Pero este sería un primer momentum del socialismo o un momento larvario de lo común, en donde se asienta la base de aspiración, la esperanza y el sentido por superar de manera puntual, parcial y dispersa, no el orden de cosas existentes, sino tal vez evitar el despojo de una minera, la presentación con vida de un desaparecido, la reinstalación de despedidos, alcanzar un incremento salarial, luchar contra una imposición política o contra un fraude electoral, o tal vez la lucha tenaz contra una contrareforma estructural, sin proponerse con ello, la transformación del todo y sin poner en el centro de sus actuar el problema del gobierno y el poder. Es este sentido, podemos decir que es la constante tensión y el persistente choque y contradicción entre los gérmenes de lo común y lo privado, en los marcos y al seno del propio capitalismo.
El segundo momentum del sentido socialista, estaría conformado por tres elementos clave: i) Por el norte movilizador de las ideas en la que pueden concurrir los contingentes y sectores sociales proclives al cambio nacional, es decir, es aquella gran esperanza que se logra asentar al seno de la patria; ii) Por las luchas actuales y concretas de los destacamentos de los pueblos de México, en sus ámbitos nacional, regionales o locales y; iii) Por la construcción y existencia de un poder político de carácter revolucionario; de composición popular, plebeya y de trabajadores; amplia y dialécticamente democrático en su sentido político –que combina la democratización de decisiones al seno de los movimientos sociales y la monopolización de decisiones al seno del nuevo Estado revolucionario Mexicano–; que refuerza y potencia las luchas sociales, comunales y colectivas, que busca su despliegue expansivo y su irradiación multiplicadora, en contraposición del interés privado, el lucro y la ganacia.
Es aquí precisamente, en este momentum, en donde se perfila el socialismo como un periodo de transición, que oscila, por un lado, entre la relación social del capital, como modo de producción, como un sistema de base tecnológico-productivo y como una civilización y, por el otro lado, con la gran hermandad o la comunidad universal –que avizorara Marx– que sería el comunismo, como la gran esperanza de la humanidad, como un modo de producción aspiracional e inexistente hoy en día; por ello, el socialismo sería un periodo de constantes tensiones y contradicciones, como un escenario de guerra social total, no armada, pero sí de ideas, de sentidos estratégicos, de acumulado de experiencias, organizaciones, movimientos y posiciones.   
Por tanto, el socialismo es un abigarramiento de luchas sociales que se despliegan en el territorio pero que también se contraen geográficamente, que avanzan en posiciones pero que también las pierden, que emergen y fenecen, que triunfan y se les derrota, para volver a renacer, permanentemente apoyadas por el Estado, que no las sustituye, simplemente colabora en su expansión. Pero donde también, el espacio de la estatalidad mexicana, como maquinaria correlacional, se tensa en disputas y sentidos; donde las tensiones pueden ser creativas o destructivas para el sentido socialista. Esto hará del Estado Nacional Mexicano, un campo de batalla, en donde se mantiene la lucha por la hegemonía, entre la aspiración emancipadora y la restauración desposesionadora y explotadora, entre lo social y lo privado, entre la redistribución justa de la riqueza y la apropiación de la misma en pocas manos.
En esta disputa transicional, el socialismo no puede ser un tipo de civilización, ni un modo de producción ni el paradigma social en que el Estado Mexicano habrá de poseer y controlar los medios de producción, sino que es el espacio de enfrentamiento, es el escenario de guerra política, social, cultural, ética e incluso geoestratégica, entre el sentido y las fuerzas que procuran una vida de intereses comunes y sin desigualdad o la que busca la privatización de las ganancias y la riqueza y, la socialización de la mediocre cultura de desesperanza mercantilizada.   
En nuestro periodo de transición socialista, que histórica y cronológicamente será prolongado –hacia esa visión de futuro que punteo en el horizonte Carlos Marx–, deberá de reencontrarse con las cosmovisiones mesoamericanas de lo común, la vida, la muerte, el sentido de pertenencia a la tierra y a la naturaleza; deberá fundirse con el acumulado de luchas históricas del país, por resolver sus circunstancias de conquista, colonización y la aspiración de ser una república soberna, popular y democrática; nos corresponderá fundirnos en las reservas morales de nuestros pueblos, los trabajadores, los indios, las mujeres, los jóvenes, los defensores del territorio, los ambientalistas, los luchadores sociales y con todos aquellos que quieren una Patria nueva y mejor; en donde se vaya desplazando al lucro de su rol de motor dinamizador, polo articulador, eje ordenador y gran metabolizador de todas las actividades y relaciones sociales.
Por esta razón, el socialismo no es un punto de llegada, es la simbiosis de una realidad y una utopía, que se materializa y permite caminar; es la ciencia, no la que predice el paso histórico que vendrá, sino la que devela las contradicciones y plantea el qué hacer para superarlas por el bien común; es el espacio de conflagración, el ámbito de despliegue de hostilidades por disputar y edificar el sentido común de la época, para cristalizar la justicia, la libertad y la solidaridad.
Por ello urge, que en este campo de batalla, se construya una nueva hegemonía y un nuevo bloque histórico, que asuma el reto de nacionalizar al gobierno, construir una nueva institucionalidad, una nueva estatalidad, que supere el despotismo democrático liberal, que rompa la camisa de fuerza de la democracia representativa y acentúe la gravitación de un modelo social en torno al bien común, lo comunitario y el buen vivir, que transforme el sistema de creencias individualistas, consumistas y depredadoras; que reconstruya la nación en sus bases territoriales, económicas, políticas, sociales y de soberanía, para que logremos la osadía de tomar por asalto, no sólo el poder, sino la historia y construir el sueño de articular lo nacional con lo latinoamericano y de alcanzar nuestra verdadera independencia y la justicia social para todas y todos los mexicanos.







La Cuestión del Andamiaje Programático para la Transición

P
artiendo de la reflexión del sentido del socialismo para el país, el movimiento popular en México deberá articular todas sus fuerzas en un solo gran proceso nacional y apuntalar la idea de construir una circunstancia de grandes rupturas, a partir de una lucha democrática y construcción de sentido común, sustentado en procesos de desbordamiento desde abajo que fracturen el nudo hegemónico del país y den curso a una revolución de carácter político, que genere las condiciones de un gobierno descolonizador, despatriarcalizador y con una tendencia postneoliberal, que tenga en su centro, un nuevo compromiso redistributivo con clases y grupos subalternos.
La razón es básica, ya que, los movimientos sociales, los sectores del obrero colectivo, las nacionalidades indias, las mujeres, los sujetos rurales, los intelectuales, los activistas, los sindicatos, las juventudes de México, no podemos renunciar a la batalla de ser nosotros los que conduzcan y articulen el sentido de lo universal, el sentido de comunidad política de México.
En tal virtud, la fuerza esperanzadora de una Nación distinta y el ímpetu social de los movimientos disímbolos del país, deberán ir afirmando un sentido y una armonización histórica, mediante el decantamiento de una base material con perspectiva programática, que habrá de girar en torno a nervios vitales de la transición y para resolver el nudo histórico de México, de quién y para quien se conducen los destinos de la República y de cómo convertir las necesidades de la sociedad mexicana, en propuestas universales capaces de articular a otros sectores distintos a los creadores de la riqueza del país:
i)                   La recuperación del Estado Mexicano y lo que ello significa en término de tensiones y confrontaciones con el bloque oligárquico local (Televisoras, banqueros, Consejo Coordinador Empresarial, alta jerarquía eclesiástica, narcotráfico, un sector de elite la Marina y la Defensa Nacional, etc.), las multinacionales y la hegemonía del imperialismo norteamericano y sus intereses financieros, energéticos y militares;

ii)                La nacionalización de los recursos estratégicos, propiedad del pueblo y la Nación, lo que atizaría la confrontación con las multinacionales financieras, energéticas, mineras, de telecomunicaciones, etc. y sus respectivos gobiernos metropolitanos, lo que tendría impactos inmediatos en el escenario geopolítico regional y mundial;

iii)              La redistribución de la riqueza, que no se puede realizar sin la consumación de los procesos anteriores; la redistribución de la riqueza, la desmercantilización de la vida cotidiana de las y los mexicanos, los nuevos cambios estructurales, la modificación del modelo de nación, su nuevo pacto social, sólo se puede hacer desde el Estado, así como, el poder apoyar la expansión de la economía campesina, los sectores sociales, comunales y cooperativos de la economía y la regulación, contención o achicamiento de los sectores hegemónicos del capital local y foráneo;

iv)              Las tres tareas anteriores, si se van cumpliendo, estaremos avanzando en la resolución del nudo histórico del país y estaremos en la perspectiva de consolidar un nuevo bloque histórico y bajo esas consideraciones, se puede y debe desplegar un proceso constituyente para México, en donde elevemos a rango de ley suprema las nuevas esperanzas de la sociedad, y;

v)                Esta ofensiva con asentamiento del sentido socialista, y no precisamente declarativo, nos colocará en condiciones de redefinir el problema de la integración que padecemos con los EE.UU., por ejemplo, resolver la dependencia del 80% de nuestras exportaciones con esta metrópoli y, nuestra reconfiguración geopolítca con la región Indo-afro-latinoamericana.

En tal virtud, es necesaria la lucha política por el gobierno, por el Estado y por la nueva orientación y sentido de la Nación Mexicana, que supere el “viejo sentido común” de la ocupación nacional, de los despojos, de las contrareformas, de las muertes y de que nada se puede cambiar en esta Nación. Aunado a ello, urge luchar por más sociedad, así como desatar un proceso dialéctico de descolonización-nacionalización-integración regional, lo cual será un aspecto central del andamiaje programático de los marxistas del país, para poder asentar una base material de sentido socialista.
Este horizonte programático habremos de desplegarlo a contracorriente del pensamiento único, en sentido contrario a la indiferencia masificada y el malestar pasivo –y que hoy, significativos contingentes sociales, particularmente los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional y el magisterio democrático articulado en la CNTE, vienen quebrando y superando con sus movilizaciones– y convoque a la sociedad mexicana a articular nuestras muy diversas fuerzas para ser Nación en el marco de barbarie, en torno al siguiente andamiaje programático:
a)     Desplegar una lucha de carácter destituyente del actual gobierno de traición nacional y su sustitución por un gobierno provisional de transición y reconsiliación nacional, cuyas tareas inmediatas serán abrir la posibilidad de una nueva elección democrática y generar las condiciones para perfilar un nuevo constituyente;

b)    El nuevo gobierno de la República electo, asumirá como tarea central la reconstitución de la base material de la soberanía nacional,  para lo cual desatará un proceso de recuperación de su territorio y renacionalización de recursos estratégicos (petróleo, gas natural, agua, biodiversidad, minerales estratégicos, etc); la gestión nacional sobre su propio espacio radioeléctrico; la soberanía alimentaria; la seguridad nacional, en donde se reinstitucionalice y renacionalice a las fuerzas armadas y abandonar la estupidez del “enemigo interno”, para reencausar la defensa de la soberanía nacional.

c)     Hablamos también de una nueva política internacional, en términos de geopolítica y geoeconomía, donde nuestra patria no dependa de hegemonía alguna,  sino que establezca relaciones de igualdad, con naciones hermanas y basadas en la solidaridad, en los rubros energético, financiero, cultural, militar, etc. Sin embargo, nuestro nuevo relacionamiento, con el mundo en general y con América Latina en particular, no puede restringirse única y exclusivamente a la solidaridad política, la complementariedad y el diálogo de saberes, experiencias políticas y culturales, sino que hay que plantearnos el reto y el horizonte, de nuestra integración con Latinoamérica, y para ello necesitamos obligatoriamente de una base material de la unidad: acciones conjuntas en economía, acciones conjuntas en derechos, acciones conjuntas en política energética; esta es nuestra gran tarea. Habrá de ser así, porque ninguna revolución y ningún proceso emancipatorio y progresista va a poder sostenerse y continuar, si solamente se mira así mismo y se aísla de otros esfuerzos liberadores.

d)   De igual manera, este periodo de transición deberá abordar la configuración de una nueva economía cuyo centro sea resolver la integración económica perniciosa con los EE.UU. y equilibrar nuestro comercio exterior; la reactivación del tejido productivo nacional y sus vectores estratégicos; la reconstitución del mundo del trabajo que tenga como centro, la recuperación procesual de la pérdida del salario real de las y los mexicanos, para garantizar el constante mejoramiento de la calidad de vida de quienes viven de su trabajo; la reconstrucción y reanimación del mercado interno; paralelo a esto se deben desplegar estrategias estructurales para el rescate del campo, redistribuyendo en este sector, parte sustantiva de la riqueza nacional, sustentadas con políticas de largo plazo y con una orientación estratégica, porque es un componente de la soberanía nacional; esto se sustentará en los equilibrios del desarrollo regional, así como, en una reinserción internacional de complementariedad y no de subordinación alguna.

e)     Un eje más de este periodo de transición, debe ser el ejercicio de una nueva democracia de amplia participación directa, Solamente, llegando a ser mayoría nacional, ser gobierno y controlar los resortes fundamentales del Estado Mexicano, podremos desplegar la iniciativa de un Nuevo constituyente; desde esta posibilidad, podremos enriquecer la democracia representativa liberal con la democracia plebeya, popular y de trabajadores, con gente en las calles movilizada, exigiendo derechos, transformaciones y deliberando los nuevos sentidos y sentimientos de la Nación; donde se garanticen la reivindicación de nuestros pueblos, a sus raíces emergentes del disenso y su bagaje cultural de experiencias acumuladas. Por tanto, esto habrá de ser  el ejercicio de una democracia de amplia participación directa, cuyo núcleo de actuación sea el cómo nos queremos gobernar y no el cómo queremos que nos gobiernen, donde las representaciones se subordinen a la rendición de cuentas y a la revocación de mandato, al sentido más profundo de la Nación y lo popular, etc.  

f)    Es imprescindible contemplar también en este andamiaje programático, los nuevos derechos sociales, políticos, humanos, individuales, comunitarios y de la madre tierra. Cubrir esta perspectiva de alternativa para el país, pasa indudablemente por darle mayor firmeza a la lucha por nuestros derechos al trabajo, la educación, la salud, la vivienda y a la tierra; a disentir del destrozo de la Nación y que se presenta como política pública. Extender una lucha por desplegar un financiamiento público multianual que fomenten el desarrollo agropecuario e industrial; al trabajo con salario constitucional y con la garantía del derecho a la organización al margen del estado, el gobierno y los partidos, para que se supere el lastre del corporativismo y se restituya la libertad sindical, en donde los mexicanos tengan acceso universal a la seguridad social y nos apeguemos a los convenios con la Organización Internacional del Trabajo; el derecho a la salud con instituciones públicas integrales y de cobertura universal; así como el derecho a la vivienda digna, a la alimentación suficiente y de calidad, a la educación pública, gratuita, laica, científica, humanista y critica, desde la educación básica hasta posgrados universitarios.

Esta iniciativa de articulación programática, no es una iniciativa cerrada si no por el contrario, es el llamado a que vayamos al reencuentro de todas y todos los que sostenemos esta nación y generamos su riqueza; convoca a todos los que hemos sido agraviados, social, política, cultural, territorial y económicamente por la desposesión, la sobreexplotación, la discriminación, que porta el neoliberalismo.   
Por ello, es indispensable llegar a la confluencia unitaria de todas y todos nosotros, en un espacio en el que deberá replantearse lo común que nos une, en cuanto a las emergencias nacionales: soberanía e independencia nacional; gobierno de salvación nacional, con democracia participativa y soberanía comunitarias y populares; nueva economía con redistribución justa de la riqueza nacional; universalización de los derechos sociales, humanos, comunitarios y de la madre naturaleza. Bajo estos ejes habrá de constituirse la voluntad general de las mexicanas y los mexicanos, para preservar la integridad y soberanía del estado nacional mexicano, frente a las ambiciones geopolíticas y geoeconómicas del imperialismo norteamericano.
Este proceso, deberá ser la más clara expresión para cubrir la necesidad estratégica, de nuestra unidad popular; nuestra cohesión programática; nuestras rearticulaciones orgánicas, de movimientos, luchas, resistencias, agendas y temas de la esperanza; nuestra unidad de acción, para  desarrollar una lucha descolonizadora y despatriarcalizadora; que le dé curso a la conformación de una nueva mayoría nacional, que genere un nuevo ciclo de luchas por nuestra auténtica y legitima independencia, y que obligadamente tendrá que pasar por sacar de la conducción de la República a los Gobiernos de Traición Nacional.
Sin lugar a dudas, la clave de este proceso, radica en convertir la indignación de la sociedad, el malestar que se ha construido durante décadas, la pobreza y la precariedad que abruma a la mayoría nacional, en una fuerza colectiva movilizada en torno a una esperanza, a un nuevo sentido común, a una posibilidad que se decida nuestro pueblo a asumir y sostener, pero como mayoría nacional y política; sin esta premisa, no hay cambio posible en la Nación.

La Organización que se Requiere

D
e manera inicial, habrá que reconocer que en nuestro país, existe una izquierda que se reivindica marxista, que se encuentra agotada, abatida, ensimismada y, sin embargo, se encuentra satisfecha de sí misma; pero a pesar de ello, se concibe como la vanguardia política y que está llamada por la historia a entrar primero a Palacio Nacional y tras de ellos vendrán como testimonio revolucionario, las muchedumbres de trabajadores, bajo la consigna ¡Ahora sí, por la revolución proletaria!.
Sin embargo, habrá que decirlo, esa izquierda se encuentra huérfana de grandes dilemas, porque todo ya está escrito y preestablecido, y sólo es cuestión de sustituir y recitar, otra palabra y otro pensamiento único; esa izquierda de las atalayas marxistas, se encuentra privada de horizontes y esperanzas, porque suple la realidad cambiante y compleja, por las estáticas y simples frases hechas; esa izquierda autista, solo alcanza a escuchar el deplorable ruido de las pequeñas ambiciones de grupo y de los grandes apetitos políticos y, sólo alcanza a mirar un destino manifiesto inamovible.
Frente a esta circunstancia de una vertiente que se reivindica comunista, aunado a los  cursos de acción neoliberal, también se hacen evidentes sus significativas limitaciones y debilidades, de la cual, tampoco se encuentra distante el bloque de los movimientos socio-políticos extrainstitucionales,  que se expresan en varios órdenes y de los cuales, esta nueva tendencia socialista a construir por los que concurrimos en este esfuerzo, no quiere reproducir y habrá de comprometerse a su superación:
a.     Una correlación de fuerzas desfavorable en la disputa del Poder Ejecutivo Federal y el Poder Legislativo; lo mismo ocurre en los órdenes de gobierno estatales y municipales, así como, una débil e inexistente incidencia en el tejido institucional;

b.     Al encarnar solo una minoría nacional –con respecto de los más de 100 millones de habitantes del país– que no ha podido contener la imposición de la apabullante idea del “sentido común” de la globalización y la indiscriminada apertura comercial; de las privatizaciones, las contrareformas y la pérdida del patrimonio público; de los acuerdos partidarios al margen de la sociedad y de los golpes de estado legislativos y constitucionales;

c.      En la incapacidad  para perfilar hegemonía –combinándolo con expresiones de victoria y convencimiento–, con un pensamiento crítico y liberador,  en las universidades, los centros de investigación, en los sindicatos y en los medios de comunicación, salvo reductos muy marginales en lo nacional;

d.     En las limitadas iniciativas, para contener, por un lado, la desestructuración de partidos progresistas y su degradación en meros aparatos y burocracias electorales; en la incapacidad para preservar organizaciones sindicales, gremiales, sociales, populares e iniciativas frentistas, de articulación y convergencia, y por otro lado, para impedir la imposición del abanico de contrareformas (aquí coincidieron, curiosamente, la desmovilización de la izquierda electoral en el 2012 y la no incorporación de las fuerzas de izquierda extrainstitucional, como el zapatismo);

e.      Las fuerzas políticas, sociales, intelectuales, tanto de la izquierda electoral como de la izquierda extrainstitucional, no han podido recomponer la articulación entre la práctica teórica y la política, y contribuir al nuevo movimiento popular, para que amplié y profundice la lucha por las reivindicaciones económicas y sociales, en los planos étnicos, políticos, pero en una clara relevancia por el poder nacional.

f.       Estas mismas fuerzas han estado distantes de la posibilidad de construir o recomponer proyectos hegemónicos alternativos y de nuevos bloques sociales y políticos, con lo que también han debilitado con creces su actuación en el espacio de la política, en la disputa por el gobierno y el poder.

g.     También, la mayor parte de las fuerzas antineoliberales, han mostrado al extremo su debilidad de análisis para releer la historia mexicana, en especial a partir de la revolución de 1910 – 1917, descifrar sus significados, realizar sus periodizaciones posteriores, hasta llegar a comprender las dimensiones de su derrota y, por otro lado, no hay el menor asomo de comprensión de los ciclos que están llevando al agotamiento y recomposición de la fase neoliberal en el país y, junto a ello, no han encontrado respuesta de cómo superar los equívocos de la izquierda tradicional sobre el imperialismo –que lo ignoran en el diseño de sus estrategias o a lo mucho lo contemplan con un sesgo solamente economicista– y sus estrategias de recomposición de su hegemonía; el neocolonialismo, los análisis de la correlación de fuerzas, las alianzas externas, los procesos de acumulación de fuerzas y la complejidad de los sujetos históricos de nuestra realidad nacional.

h.     Se ha tornado en un problema congénito, la incapacidad para construir una estrategia de poder, sustentada en el rico lenguaje de las contradicciones que se establecen a partir del asedio del imperialismo norteamericano contra la nación mexicana, en el sometimiento que impone la oligarquía del país versus el pueblo en su conjunto y en la contradicción fundamental que se establece entre el capital contra el trabajo; tampoco se dimensiona las tensiones que se establecen entre la decadencia estructural y la crisis de expectativas de los connacionales, en un cuadro de múltiples crisis del sistema mundo capitalista; tampoco entran en el diseño de estrategias, los reacomodos geopolíticos de los espacios del capital, la reconfiguración de bloques regionales y la escisión establecida en América Latina en vertientes neoliberales, desarrollistas y posneoliberales, y la actual restauración neoliberal con estrategias de guerra no convencional.

i.       Frente a esta ausencia, el campo antineoliberal se está quedando sin armas para responder al desafío de la crisis de hegemonía del régimen, cuyo agotamiento viene reconfigurando su curso desde 1988 y, mucho menos se tiene una estrategia para enfrentar la contrainsurgencia y el autoritarismo del régimen;  y con ello, está restringiendo su capacidad para construir iniciativas políticas nacionales bajo las nuevas coordenadas de las formas de poder, particularmente en la fase de neoliberalismo de guerra.

j.       En la perspectiva de la construcción de una nueva mayoría nacional y de una nueva hegemonía, no se ha resuelto los problemas de la lucha social, contrapuesta a la lucha político electoral; de la lucha única y exclusivamente por la democracia participativa en confrontación excluyente con la democracia representativa; no se ha podido trascender el diferendo entre lucha por reformas o lucha por demandas estratégicas; no se ha podido superar la dicotomía entre lucha por la autonomía y la lucha por el Estado.

k.     Hasta el momento, estas tensiones se han querido resolver, por un lado, desde el pragmatismo, el oportunismo y el utilitarismo, y por el otro lado, desde el infantilismo, el radicalismo, la retórica extremista y la antipolítica; cuando de lo que se trata, es de que, estas luchas se deben desplegar simultáneamente unas y otras, y las unas para las otras; el nuevo espectro de las luchas deberán girar en torno a una narrativa que reacuerpe los temas de la esperanza de la gente; deberá gravitar alrededor de un horizonte programático y; con la claridad de una estrategia de poder, que perfile un nuevo bloque histórico en las riendas del gobierno, el poder y el Estado Mexicano, no para su control, sino para su transformación y la sedimentación de una nueva hegemonía; que pueda garantizar la redistribución de la riqueza nacional, la desmercantilización de la vida cotidiana del conjunto de las y los mexicanos, y finalmente, habrá que decir que;

l.       Hay sectores de la izquierda mexicana que adolecen de una ignorancia extrema, en cuanto a la crisis del sistema mundo capitalista y la decadencia civilizatoria; la configuración de los bloques regionales emergentes y sus disputas por espacios vitales; la crisis de hegemonía norteamericana y su ofensiva de guerras convencionales y no convencionales; en el desciframiento de la historia contemporánea de México, sus enigmas específicos de la coyuntura nacional, de la decadencia estructural y del agotamiento del neoliberalismo en el país; quieren verlo e interpretarlo, desde la distancia más corta entre las citas de los clásicos del marxismo, sin que se percaten de que, guarecerse en las formulaciones de los textos clásicos –sin el mínimo esfuerzo de construir nuestra propia teoría de la liberación nacional y la emancipación social–, es evidentemente, el camino más cómodo, pero sin lugar a dudas, es la ruta más segura para la derrota de dimensiones históricas.

El conjunto de todas estas debilidades, son las que la nueva organización debe superar y remontar política, social, cultural y orgánicamente, porque nos alejan de la capacidad de proyectar la conjunción de las reivindicaciones de transición con las estrategias de ruptura. Aquí hay que reconocer que, los movimientos triunfantes para hacerse de él gobierno y desatar tareas de transformación de sus respectivos Estados, han sido aquellos que han logrado escapar de las dos lógicas contrapuestas y por el contrario, ha sido capaces de articularlas, combinando la plataforma de reformas con modalidades de luchas destinadas a conquistar el poder, para generar sus cambios y con ello, desplegar iniciativas y tareas que nos permitan remontar los problemas clásicos del capitalismo: la explotación, la opresión, la discriminación, la depredación entorno-ambiental, la insolidaridad social y la antidemocracia y el despotismo del Estado, para que en esta superación, construir otra etapa en la vida del país, en donde hagamos realidad el derecho a ser felices.
No empeñar iniciativas, capacidades y voluntades políticas en esta aspiración, es abrir la puerta para que se instale en el escenario nacional, las visiones doctrinarias, anarquistas, ultraizquierdistas y extremistas, que en todo el mundo han mostrado su incapacidad para garantizar triunfos político sociales de gobierno; no han tenido la virtud de convencer a las mayorías nacionales con una narrativa esperanzadora; y tampoco han tenido la capacidad de construir organizaciones de vanguardia que dirijan procesos de transformación profunda y revolucionarios.

En tal virtud, se torna en una necesidad imperiosa que, en el acumulado de fuerzas que hoy concurrimos en este proceso de encuentro y potencial articulación orgánica, se abra un debate serio, maduro, de altura y con salidas políticas a las debilidades extremas que han impuesto a la nación y que conlleve a la vez, a superar la disgregación social de nuestro pueblo y la pasividad, domesticación e indiferencia que se ha instalado en una mayoría social –que en términos concretos, funge un rol perverso, al dar paso al “consenso por apatía”, que viene a fortalecer los consensos corporativos y parlamentarios del régimen– a pesar y contrapelo del despertar de la indignación nacional por el asesinato y desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la actual lucha de resistencia de las y los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Este esfuerzo, sin lugar a dudas, expresa un proceso de reconstrucción ética y patriótica, para el relanzamiento de la idea política de buscar la confluencia de los comunistas y socialistas; pero no solamente ellos, aquí debemos esforzarnos porque concurran diferentes núcleos de formación marxistas y no marxista, luchadores sociales, sindicales y de trabajadores, sectores de la teología de la liberación y otra serie de revolucionarios del país, para encarar el nuevo periodo y que nos permita ir al reencuentro de diversos procesos de unidad y articulación y de configuración de movimientos e instrumentos políticos, con el objetivo concreto de transformar la realidad del país.
Por tanto, el esfuerzo de la organización unitaria que necesitamos, no se restringe a definir cómo queremos ser, sino a lo que no queremos reproducir y cómo superar sus limitaciones y fatalidades, para poder reconocer que los pueblos de México y sus trabajadores, son portadores de una fuerza histórica –junto a la sabiduría de los pueblos originarios, que también son portadores de una sabiduría ancestral, particularmente a la cosmovisión relacional con la tierra y el sentido comunitario de la existencia– y que son capaces de cambiar la sociedad, nuestra convivencia, nuestras esperanzas de futuro y edificar una nueva Patria para todas y todos.
Tal razonamiento, exige que nosotros, junto a ellos, aceleraremos ese proceso, de construcción de un liderazgo político-cultural general, de una lucha por revolucionar los esquemas lógicos y morales profundos con los cuales las mujeres y hombres de este país, organizan su existencia y su vida en la Nación y, no se trata de una simple y huera ocupación del poder estatal de ese pequeño sector de la clase capitalista, porque los revolucionarios no luchamos por administrar mejor el desastre nacional que desarrolla el neoliberalismo, sino por una transformación estructural de la correlación de fuerzas, que le permita construir una nueva forma de propiedad y gestión sobre las principales fuentes de generación de riqueza, en la perspectiva de su socialización.
Los eventos extremos del país, en la degradación de las condiciones de vida de los habitantes de la Nación, en el descoyuntamiento del Estado Mexicano, en el despojo territorial y de nuestros recurso estratégicos y en la imposición de un Estado neocolonial con rostro policiaco militar, exigen con urgencia cambiar ahora, porque el reloj del tiempo histórico corre en nuestra contra. Dentro de poco, será un camino sin retorno.
Valga decir, necesitamos con urgencia convenir un derrotero, para ir esbozando colectivamente algunos trazos programáticos para la liberación de México, para construir la paz con justicia y dignidad, para alcanzar la soberanía y el decoro de la Nación. Necesitamos un nuevo gobierno para salvar y reconstruir México, para recuperar la dignidad mancillada.
Necesitamos una nueva conducción de los destinos de la Patria, que proscriba la política nefasta de seguridad nacional; que destierre las criminales políticas neoliberales; que rescate la soberanía del pueblo; que reestructure el Estado Mexicano con el fin de garantizar el bien común y conforme un ejército guiado para amar al pueblo, la justicia social y la defensa de la Patria.  Para ello, no nos queda otra alternativa que buscar unidos el camino.       








Ciudad de México, a junio de 2016.

  












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